Asegurar unos días inolvidables en la Costa Brava es el sueño de muchos. La época de verano es prioritaria para los complejos vacacionales.
En los campings de la Costa Brava nada queda de aquella imagen de las tiendas de campaña. Tampoco del desorden o la falta de unos servicios en buen estado.
Sin perder el espíritu campista con el que fueron proyectados en la década de los sesenta, las instalaciones han ido creciendo en calidad. Esta modernización es un nuevo concepto de camping que ha venido evolucionando paralelamente a las exigencias concretas del campista y el viajero general.
Estas propuestas sorprenden necesariamente por sus instalaciones y por el entorno natural en el que se encuentran. Y es que no es otro que la Costa Brava. Los acogedores bungalows, las casitas de madera, los mobil-homes se esparcen por todo el litoral. De esta forma, ofrecen una opción de lo más interesante a la hora de alojarse tanto para pequeños como mayores.
Por el Alto Ampurdán en Costa Brava
La porción norte de la Costa Brava es una comarca de arraigada personalidad. Con un excepcional paisaje mediterráneo, se encuentra entre el mar y la montaña y cuenta con localidades de lo más agradables. Tal es el caso de Peralada. Aquí podemos disfrutar de los bellos testimonios de su pasado señorial o su fortaleza castillo del siglo XIV. Además, encontramos un poco más lejos el Monasterio de Sant Pere de Rodes, un alto desde el que se contempla un panorama espléndido del entorno.
De vuelta a la costa, desde el Port de la Selva, se adentra en el mar el cabo de Creus. En su franja litoral se asientan Cadaqués y Port Lligat, nombres que han quedado para siempre vinculados a la figura de Salvador Dalí. Sus alrededores presentan un paisaje inconfundible de rocas, acantilados y calas a las que solo es posible acceder a pie.
Siguiendo el dibujo costero, en Roses se abre la bahía del mismo nombre. Los marcados perfiles rocosos se suavizan dando un aspecto más apacible a la costa. Ahora se suceden las pequeñas playas abrazadas de pinares hasta formar la extensa bahía llana y arenosa. Algo alejado de la playa, recortando las laderas pirenaicas, se encuentra Castelló de Empuries, cuyo casco urbano se extiende alrededor de su elegante iglesia.
Entre Aiguablava y Blanes
En un primer tramo de la costa, desde Aiguablava hasta el cabo de San Sebastián, todos los rincones llaman la atención. Aunque si tenemos que destacar alguno, por qué no Aigua Xellida. Por su parte, Llafranc y Calella de Palafrugell forman un conjunto de villas y casas de pescadores junto a recoletas playas resguardadas del viento. Más al sur se encuentra Cap Roig, con excelentes vistas y un jardín botánico alrededor del palacio neogótico.
Siguiendo esta ruta, se encuentra la ciudad portuaria de Palamós, con un agradable paseo junto al mar y bellas vistas de la bahía. Desde aquí hasta San Feliu de Gixols se suceden algunos enclaves de especial encanto como Calonge. Este singular pueblo, en principio, se encontraba encaramado a una ladera sobre el mar. Sin llegar a ser un centro monumental, propiamente dicho, cuenta con un bello templo rodeado de casas medievales y tradiciones que contrastan fuertemente con la imagen que ofrece la ampliación de las urbanizaciones de costa. Platja d’Aro, San Pol de Mar y S’Agaró disfrutan de buenas panorámicas de la costa, con un buen número de villas veraniegas rodeadas de cuidados jardines y espacios tranquilos y silenciosos. San Feliu de Guíxols, más al sur, presenta a lo largo de su paseo marítimo un aspecto más animado, alternando con algún bello edificio de principios de siglo.
De nuevo la costa retoma un ambiente más sosegado hasta llegar a Tossa de Mar. En este tramo predominan los entornos tranquilos y solitarios. La carretera sigue la línea de la costa entre pinares y laderas que descienden hasta el mar creando un relieve tan bello como accidentado. Ya en Tossa de Mar, merece especial dedicación un paseo por el recinto medieval, la conocida como Vila Vella. El recinto amurallado, la iglesia gótica y las callejuelas, con el mar a sus pies, componen un conjunto de poderoso atractivo. Su magnífica playa ha convertido a Tossa en un tradicional lugar de descanso, en donde también se dejan ver algunas bonitas villas con su habitual ambiente mediterráneo de las palmeras y los geranios.
Desde Tossa a Lloret continúa el paisaje entre pinares, con calas y pequeñas playas para los que prefieren los sitios más apartados y el baño solitario. Cierra todo este espacio vacacional de la Costa Brava la villa de Blanes, que también cuenta con una hermosa playa y un pequeño puerto. Desde los muelles asciende la carretera que lleva al Jardín botánico de Mar i Murtra, que además de su colección botánica, enseña asombrosos paisajes de mar y tierra. Como en tanto otros puntos de la Costa Brava, terminada la jornada, al caer el sol, la bahía toma tintes cobrizos que ya Homero comparaba con el color rojo del vino.
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