El 19 y 20 de enero: Jarramplas; la localidad cacereña de Piornal, a caballo entre La Vera y el Jerte, toma un cariz especial para celebrar una de las fiestas más espectaculares y curiosas de Extremadura. Es Jarramplas, un personaje que es sometido a castigo y burlas por el resto de los piornalegos.
Si existe un claro exponente de las tradiciones folclóricas en Piornal, al norte de Cáceres, entre las Comarcas del Valle del Jerte y La Vera, éste lo constituye la celebración de Jarramplas: enigmático festejo que define la riqueza del acervo cultural del lugar.
No se conoce exactamente el origen de Jarramplas. Se barajan varias teorías, desde mitológicas -las luchas y el castigo que infringió Hércules a Caco-, hasta las ceremonias vistas por los primeros conquistadores de América entre los indios, o la más simple, en la que se habla del personaje como el típico ladrón de ganado que es sometido al castigo y las burlas de los convecinos.
Preparativos
La fiesta del año que viene comienza desde el mismo momento que se acaba la del presente. El mayordomo entrante, persona que corre con los gastos que origina la fiesta, acoge en su casa al Jarramplas saliente, recoge su ropa y ofrece una merienda a base de lomo a la comitiva organizadora.
Los trabajos a realizar durante el año consistirán en la confección de los trajes completos, las máscaras, las cachiporras, el tamboril y el ensayo de las Alborás -coplas en honor al Santo-, faenas que suelen comenzar a principios de diciembre.
El traje de Jarramplas está compuesto por una chaqueta y un pantalón blancos, de los que cuelgan infinidad de cintas multicolores. La máscara es de forma cónica, con dos cuernos laterales y una considerable nariz. Del vértice superior de la máscara cuelga una cola de crin de caballo.
Bajo el traje, para evitar que la fuerza y la agresividad de algunos lanzamientos puedan producir daños importantes, en los últimos años se ha incorporado una especie de pesada armadura de fibra de vidrio, que le protege, pero que le resta posibilidad de movimientos.
El día 19 de enero por la mañana, Jarramplas y el mayordomo recorren el pueblo y visitan algunos domicilios en los que recogen viandas y presentes para la fiesta, las migas de la madrugada y la comida que el día 20 organiza el mayordomo.
Jarramplas efectúa su primera salida por el pueblo, con máscara y tocando el tamboril, hacia las 12 del mediodía. Los niños, zagales y otros que ya no son ni uno ni otro, comienzan a lanzarle proyectiles vegetales, nabos básicamente. Jarramplas se defiende moviéndose lo que le permiten sus pesadas protecciones y con algún que otro lanzamiento de cachiporras a la muchedumbre. Entre carrera y carrera entra en casas y bares para reponer fuerzas.
Después de comer, Jarramplas se dirige hacia la iglesia, llevando tras de sí la consabida multitud que no para de arrojarle nabos. Al atardecer se procede a bajar la imagen del santo, San Sebastián, de su trono para vestirlo y colocarlo en las andas, desde donde presidirá los actos litúrgicos del día siguiente.
Al anochecer, las campanas tocan a regocijo. Jarramplas, con la cabeza descubierta, da una vuelta por las calles del pueblo acompañado por un grupo de niños que, al son del tamboril, van cantando:
Las Alaborás y las migas
Cuando faltan unos minutos para la medianoche, todo el pueblo se concentra en la puerta de la iglesia. Jarramplas y su comitiva salen desde la casa del mayordomo entonando:
Ya en la puerta del templo, se rezan tres Avemarías y la Salve mientras se espera que el reloj de la torre acabe con las doce campanadas. En ese momento, Jarramplas, con la cabeza descubierta, comienza a caminar hacia atrás tocando el tamboril. Los asistentes, entonando las coplas de las Alborás, inician el recorrido por las calles del pueblo, con ritmo cadencioso y sin dejar de cantar. La comitiva acaba de nuevo en la puerta de la iglesia.
En la madrugada se ofrecen, regadas con vino, migas a todo el pueblo. Los quintos de ese año son los encargados de repartirlas a la gente.
El día 20, La Rosca
Hacia las diez de la mañana, desde la puerta de la iglesia, se inicia la procesión. En esta ceremonia, Jarramplas, con la cabeza descubierta, va caminando de espaldas sin apartar la vista del Santo.
Al finalizar la procesión, se procede a la subasta de las andas del Santo para tener el privilegio de introducirlo en el templo, dónde tiene lugar la misa en la que se canta la Rosca de San Sebastián. Unas mozas van cantando las estrofas y un niño repite el último verso de cada una. Entre estrofa y estrofa, Jarramplas hace sonar su tamboril. La última estrofa:
se canta acelerando el ritmo y provoca un ambiente de cierto nerviosismo entre el público que hay en la iglesia, que empieza a abandonarla, y el que se encuentra en el exterior. Todos empiezan a tomar posiciones en la puerta de la iglesia, frente a la puerta por la que minutos más tarde surgirá Jarramplas.
Sale Jarramplas
Es el momento más espectacular y significativo de la fiesta. Previamente los quintos se han encargado de llenar la plaza de nabos, últimamente, dada la escasez de ellos en el pueblo, el ayuntamiento compra algunos miles de Kg para que no falte tan preciado proyectil en la fiesta.
Los ánimos están excitados y el protagonista demora su salida. Súbitamente, Jarramplas sale por una de las puertas de la iglesia. Es probable que, para evitar destrozos en la puerta principal, la salida se produza por una de las puertas laterales pero, tranquilos, la ‘batalla’ tendrá lugar delante de la principal, ante la fuente y el lugar que ocupaba el tristemente desaparecido ‘álamo’.
En el mismo momento que aparece, recibe un intenso chaparrón de nabos. La plaza de la iglesia se convierte en el escenario de una batalla que Jarramplas libra con el pueblo. Según como evoluciona el personaje, sus enemigos atacan, retroceden o contraatacan. Todo un rito que puede durar lo que el cuerpo o la preparación física de Jarramplas permita. A mayor aguante, mayor consideración social para el personaje. Por la tarde Jarramplas asiste al Rosario, al Besapiés, a la subasta y a la subida del Santo al trono. Tras la conclusión de los actos litúrgicos efectúa una última salida, tras la cual se recogerá en casa del mayordomo del año siguiente, allí entregará todos sus efectos y toma con sus acompañantes una merienda consistente en lomo, queso, pan y vino.
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magnífico reportaje