Carnavales hay muchos, y muy divertidos, pero ninguno tiene la exclusividad, la originalidad y el encanto del Carnaval veneciano. Es el momento perfecto para aislarse del mundo, cambiar de apariencia y olvidarse de la crisis. Una buena opción para los próximos días, un destino muy atractivo durante todo el año, pero más en Carnaval.
El Carnaval de Venecia, cuyos orígenes se remontan al siglo XI aunque se consolidaría en el XIII, tiene personalidad y magia propia y va más allá de la imagen de la nariguda máscara del doctor de la peste que abarrota los talleres de la ciudad y se desparrama por las calles.
Esta fiesta pagana que viene marcada por el comienzo de la Cuaresma, previa a la Semana Santa, una de las fiestas cristianas más importantes, permitía hace siglos a las familias aristocráticas mezclarse con el pueblo, un privilegio que proporcionaba el anonimato de las máscaras. En sus comienzos, el carnaval duraba hasta tres meses y era la época en que todo estaba permitido. La iglesia y el poder fueron marcando limitaciones con el transcurso de los años.
Primero se prohibieron las fornicaciones en las iglesias. Luego, las armas en manos de enmascarados. Más tarde, se concretó el uso de la máscara al Carnaval, teniendo en cuenta que los venecianos habían extendido su uso a muchas celebraciones profanas del año…
Pese a las sucesivas limitaciones, la ciudad entera fue excomulgada en 1606 por sus excesos. En el siglo XVIII es cuando el carnaval de Venecia logra su máximo apogeo, a él acudían aristócratas llegados de lugares muy diversos y no era raro que los príncipes y nobles se escaparan a disfrutar del acontecimiento.
El Carnaval es totalmente distinto a la imagen española (y no digamos a la brasileña). Durante los 10 días de duración, la gente se disfraza y sale a la calle a pasear, ya sea en desfiles organizados o improvisados, y a hacerse fotos. También se organizan por las noches fiestas privadas, a las que no es fácil asistir sin conocer a nadie, y alguna fiesta pública, en las que los precios son prohibitivos, del orden de los 500 euros.
Una sucesión de fiestas
El carnaval comienza, como corresponde, con la celebración más antigua: la Fiesta de las Marías, que data de 1039 y convoca al desfile de un cortejo por San Pietro di Castello, que culmina en la Piazza San Marco. Al día siguiente, llega el desfile inaugural y entonces toda Venecia se envuelve en un cantar de gesta donde el teatro al aire libre, los conciertos y los mercados de máscaras y comida conquistan los campi (plazas) de Santa Margherita, Sant’ Angelo y San Stefano.
El punto de partida del carnaval es el denominado Ilvolodell’Angelo (El Vuelo del Ángel), en el que una personalidad famosa de Venecia se columpia en arneses desde el campanario de la Piazzetta San Marco, donde también se realiza el tradicional desfile de disfraces. El Gran Baile de La Serenísima es otro de los puntos fuertes del carnaval: una cena de gala en el bello Palazzo Pesaro acompañado de una actuación de la ópera La Traviata de Giuseppe Verdi
Las máscaras y los disfraces juegan un papel clave en este mundo anónimo, donde las divisiones de clases parecen desaparecer, donde mágicamente todos se vuelven iguales, donde todo parece estar permitido. Los participantes se regocijan desfilando disfrazados por las calles. Porque allí es donde se disfruta el carnaval: en las calles, con desfiles organizados o espontáneos. Las máscaras son de dos tipos: la Bauta, que cubre todo el rostro a excepción de la boca, y el Volto, máscara común utilizada durante siglos.
Pero el carácter más íntimo del carnaval se aprecia durante las noches, cuando los bailes invaden los salones y los fastuosos palacios resultan perfectos escenarios para las fiestas. Las comparsas, conocidas como las Compagnie Della Calza, que tienen entre las más conocidas a Los Antiguos y a Los Ardientes, realizan desfiles por la ciudad. Los bailes más tradicionales tienen lugar en el Doge, la Serenissima y Barroco, y también en el Palazzo Pisani-Moretti, el Hotel Danieli y el Gran Café Quadni.
En esos días, Venecia es todo un hervidero de conciertos, desfiles de mascaras en las «calles», que así se llaman también en dialecto veneciano, por lo que es un espectáculo único el poder deslizarse entre puentes, callejuelas, iglesias y paseos en vaporetto y pasearse disfrazados con sus trajes de época y sus máscaras, por la bellísima Plaza de San Marcos y tomar café en los históricos cafés Florian y Quadri; algo para no perdérselo.