La aldea gaditana de Benamahoma, cuyo nombre significa “Hijos de Mahoma” o “Casa de Muhammad” recrea el primer fin de semana de agosto la época en la que los ejércitos cristianos avanzaban reconquistando Al-Andalus y la dominación musulmana de la península daba sus últimos coletazos. Un festejo del siglo XVI que se celebra cada verano en este escenario natural abundante en agua y vegetación.
La aldea gaditana de Benamahoma, cuyo nombre significa “Hijos de Mahoma” o “Casa de Muhammad” recrea el primer fin de semana de agosto la época en la que los ejércitos cristianos avanzaban reconquistando Al-Andalus y la dominación musulmana de la península daba sus últimos coletazos. Un festejo del siglo XVI que se celebra cada verano en este escenario natural abundante en agua y vegetación.
Del 3 al 6 de agosto, este pueblo de unos 500 habitantes situado en el parque natural de Grazalema se convierte en una fiesta donde la custodia de san Antonio es el eje de todas las luchas entre moros y cristianos. La noche del viernes hacen aparición por primera vez los protagonistas con el desfile de moros y cristianos y la presentación del Estandarte Moro y el Pendón Cristiano en la Capilla entre las calles engalanadas con estandartes de ambos bandos. Durante el acto coronan a las reinas mora y cristiana de este año.
Cuerpo a cuerpo o con el trabuco
Las tradicionales luchas de moros y cristianos se celebrarán tanto el sábado como el domingo comenzando a las 10 de la mañana con las luchas infantiles (quince por cada bando) y continuando a las 12 del mediodía con las de los mayores (25 por cada bando).
El sábado las luchas comienzan en la parroquia y el domingo partirán desde la capilla del santo patrón hasta el nacimiento de Benamahoma donde tienen lugar las Capitulaciones de los dos bandos y la bendición de las aguas del nacimiento con la imagen de San Antonio de Pauda.
La adscripción de los actores a un bando u otro en este simulacro de lucha entre cristianos y musulmanes está determinada por la tradición familiar. Quien participa una vez en un bando ya no lo puede hacer nunca en el contrario.
Según la tradición, los moros parten con ventaja sobre los cristianos. Desde el día anterior a la fiesta, San Antonio de Pauda, queda en su poder. La imagen del santo queda detrás de las filas moras y, frente a éstas, avanzan los cristianos. En este momento comienzan los enfrentamientos tanto a trabucazos como en combates cuerpo a cuerpo donde casi siempre se acaba desgarrando las vestimentas de lana del contrario. Las luchas se suceden durante una hora y media a lo largo del recorrido de la procesión del patrón del patrón desde la pequeña ermita dedicada a San Antonio de Padua, que se halla en el centro del pueblo, hasta el «Nacimiento» del río, pasando por la calle Real.
La lucha parece igualada pero la victoria final está siempre reservada a los cristianos que se escenifica con la castración simulada del capitán de las huestes moras a manos del capitán cruzado.
Una vez acabada la incruenta lucha, lo mejor es acudir a la caseta donde aguarda una degustación gastronómica gratuita. Tampoco falta la suelta de vaquillas las tardes del sábado, domingo y lunes.
Las celebraciones concluirán a partir de las 12 de la noche con una gran traca final y la entrega de trofeos de las diferentes competiciones en la caseta municipal donde el baile continuará hasta la madrugada.
Se supone que el origen de este festejo se remonta a principios del XVI, un siglo después de la reconquista. En el XVII la fiesta se populariza, pasa a ser fiesta patronal y local y queda incluida en el calendario litúrgico.
Cuenta la leyenda que un príncipe árabe, huyendo de los cristianos se refugió en su sierra, y que le gustó tanto la localidad por su verdor, sus huertas y la abundancia de agua, que le dio el nombre del profeta Mahoma, en árabe (Ibn-Mahommed hijos de Mahoma).
Una fiesta donde no falta la verbena popular, el baile –incluida la danza del vientre- y las degustaciones gastronómicas para quien quiera disfrutar de las costumbres de la sierra de Cádiz.