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Ocio, lujo y entretenimiento: turismo de tentaciones

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Que España es una de las grandes potencias turísticas lo sabemos todos. No en vano la nación española actual es fruto de siglos y siglos de ocupaciones y guerras entre civilizaciones que nos han dejado un patrimonio artístico y cultural único en el mundo. La conexión entre Europa y África, entre el mundo islámico y el cristiano, entre el viejo y el nuevo mundo.

España está llena de destinos culturales a los que viajar y disfrutar de una experiencia enriquecedora, no obstante, pese a los recientes intentos de fomentar este tipo de turismo, la industria española sigue alimentándose del modelo sexagenario de sol y playa.

Durante los años 60 la costa española se llenó de Torremolinos, Torreviejas, Gandías, Salous y otros baluartes del todo incluido y el gusto arquitectónico discutible. No tienen un casco antiguo como el de Zamora, ni joyas del modernismo de interior como Teruel, pero tienen mar, un valor añadido sin el que pocas ciudades pueden competir.

Construir un Guggenheim le funcionó a Bilbao, pero ya no cuela, después de que España se llenara de mega construcciones de arquitectos reputados en los rincones más inverosímiles quedó demostrado que un solo edificio no puede soportar todo el peso del atractivo turístico, sino que como mucho puede ser la piedra angular sobre la que gira toda una experiencia. En el caso de la ciudad vasca toda una oferta que incluye diseño industrial, gastronomía vanguardista y tradición.

Y no es que Zamora o Teruel no tengan tradición, ni se coma bien. Les sobra patrimonio a todos los niveles, lo que les falta es infraestructura y algún tipo de oferta que atraiga al turista más ocioso y menos cultureta. Porque si pensamos en Málaga como ejemplo a seguir en cuanto a turismo cultural, sería de ingenuos pensar se ha convertido en el cuarto aeropuerto más transitado de España gracias a las filiales de los museos Pompidou, Ruso y Thyssen y no gracias a su costa y a su cercanía con destinos de lujo como Marbella.

Y es que en el lujo está la clave. El modelo de sol y playa no da más de sí. De poco sirve ser uno de los países más visitados del mundo si luego vienen atraídos por las ofertas y acaban gastando mucho menos que en otros países europeos. No vamos a ser cínicos, es un modelo que funciona, pero que está condenado al fracaso, sobre todo cuando tenemos vivir bajo una constante guerra de precios con otros destinos mediterráneos como Túnez. Por eso es una pregunta abierta sobre si hay que invertir en lo que sabemos que funciona y que además no discrimina al interior peninsular, esto es, el juego, el entretenimiento y el lujo.

Vale que Madrid por ser la capital del estado y tenerlo más fácil no sea el mejor ejemplo, pero hay que reconocer que ha sabido posicionarse a pesar de sus carencias. Y su turismo no sólo se limita al triángulo del arte; el turismo del entretenimiento y el espectáculo mueve cientos de miles de personas hasta el punto de que fletarse autobuses desde otros rincones de España exclusivamente para ver musicales como el Rey León.

Al fin y al cabo, el ocio puede llegar a vender tanto o más que la playa por la playa. Lugares como Casino Carlos son frecuentemente visitados para informarse sobre grandes enclaves como el Gran Casino de Madrid o el Casino Barcelona, lugares de gran interés turístico a nivel internacional. No en vano la industria del juego reúne un combo tentador para cualquier operador turístico.  En un solo recinto pueden concentrase espectáculos musicales, torneos de póquer y otros eventos de lujo. El famoso turismo de cena con espectáculo que ha puesto a Las Vegas y Macao en el centro del debate sobre la idoneidad de este modelo de negocio.

Ocio, lujo y entretenimiento

Un modelo que parece tener a España como socio preferente desde hace años. Los inversores saben que el chicle de Mónaco apenas se puede estirar más. Necesitan algo más que una micronación sin suelo urbanizable disponible para completar el ambicioso proyecto de construir un complejo de lujo repleto de casinos, teatros, auditorios y otros edificios que emulen la experiencia Vegas en plena Europa.

Otra cosa es que España se deje querer. En la última década hemos visto crecer proyectos tan rápidamente como se han desplomado. El famoso Eurovegas promovido por el magnate que ha dado renombre tanto a Las Vegas como a Macao fue el más sonado de ellos.  No obstante, no es ni mucho menos la única tentación que las autoridades autonómicas, provinciales y locales han recibido por parte de inversores extranjeros.

Sin ir más lejos, las autoridades extremeñas llevan años lidiando con un proyecto llamado Elysium City y que, de darse la remota posibilidad de completarse, reavivaría por completo la economía de esta comunidad tan castigada por la despoblación.

Hasta ahora ninguno de estos proyectos que pretenden generar miles de puestos de trabajo a golpe de pelotazo urbanístico jamás se ha materializado, pero ¿realmente podemos culparles por intentarlo?


 

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