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Mallorca más allá de su postal: entre pueblos, historias, belleza y vida

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Con más de 1,9 millones de turistas cada año, las playas paradisíacas de Mallorca son el buque insignia de la isla. Sin embargo, más allá de su postal de cala virgen, hacia sus pueblos, montañas y llanuras, Mallorca guarda mucho más. Máquinas del tiempo, calles moldeadas por la sal, grutas infernales, guaridas de artistas… Mallorca es un lugar de contrastes. Pero para vivirlos es preciso aventurarse en los recovecos de su alma.

Palma es sólo el principio de la magia de Mallorca

Palma de Mallorca se encuentra entre los diez municipios más poblados de España, con casi 416.000 habitantes, siendo el cuarto en densidad de habitantes/km2 —lista que encabezan Valencia, Madrid y Sevilla. Con ya cerca de 2 millones de turistas anuales, además, la capital de la mayor de las Baleares está bastante concurrida. Por lo que no es raro que muchos visitantes se decanten por alejarse del epicentro urbano mallorquín.

Sin embargo, la Catedral de Mallorca, el Palau Reial de l’Almudaina o la Plaça Major de Palma son puntos de interés obligados que no debemos saltarnos. Por nuestra parte, recurrimos a un tour guiado como los de Mallorca Premium Tours para poderlos abordar en un solo día, muy económico e interesante. Aunque la sugerencia del guía de visitar la Mallorca más tradicional fue la sorpresa que sumó un más a más a nuestro viaje.

Puerto de Mallorca
Puerto de Mallorca

Una ventana al pasado: la isla en su epicentro rural

Accediendo a la zona central de la isla, en la comarca des Pla de Mallorca, asistimos a un trayecto a través de la escenografía rural mallorquina. A lo largo de casi 600km2, un paisaje repleto de colinas y pequeñas cimas como la del Puig de Randa a 548 metros de altura, así como afluentes que desembocan en la Badia de Palma. Y en él, un rico patrimonio que reúne desde poblados talayóticos hasta las populares possessions.

Precisamente, una de estas fincas en las que se llevaba a cabo la actividad agricultora y ganadera tradicional, la possessió dels Calderers, es de un fuerte atractivo turístico en la zona. Situada en la localidad de Sant Joan, cuya existencia data del año 1.300, la visita a esta possessió es un verdadero viaje a través del tiempo. Conectándonos con las maneras y costumbres, pero también con el imaginario atávico del pueblo mallorquín.

Artà: del agua cristalina a la estalactita

A poco más de media hora de Sant Joan, nos dirigimos a la costa hacia este pueblo de escasa presencia turística, cuyo recinto amurallado en el Santuario de Sant Salvador nos concede una preciosa panorámica de Artà y la Serra de Llevant. Si nos acercamos al mar, daremos con paradisíacas calas vírgenes como Caló dels Ermitans o la Platja des Caló. Recomendando observar el océano desde el Mirador de Farrutx al amanecer.

Redescubriendo el submundo espeleológico de Mallorca, además de las concurridas Coves del Drach, si estamos en esta localidad no podemos perdernos las Coves d’Artà. Situadas en la bahía de Canyamel, el interior de estas espaciosas grutas —de cuyas visitas se tiene constancia desde el s. XVI— ofrece una ruta de otro mundo en menos de una hora. Con espectáculos de luz y sonido desde el Infierno hasta los Diamantes.

El arte que en Deià encontró su patria

Al extremo costero opuesto de Artà y a unos 40 minutos en coche de Palma, tras la gran Serra de Tramuntana —de casi 31.000 hectáreas en su totalidad—, damos con uno de los pueblos más encantadores de Mallorca. Su privilegiada ubicación, junto al rasgo bohemio de su atmósfera, han hecho de Deià un auténtico enclave artístico. Donde el arte, que ya en él cultivaron artistas como Chopin o Cortázar, se palpa en el ambiente.

Además de recorrer sus calles, de un idilio casi artificioso por su sobrecogedora belleza, el Mirador de Son Marroig hacia Sa Foradada brinda una puesta de sol de ensueño. Manteniendo el crucial turquesa, tanto la Cala de Deià como la Cala Es Canyeret son finas degustaciones de la virginidad costera balear. Destacando también los museos de la iglesia parroquial y el arqueológico, como visitar la casa del escritor Robert Graves.

Sóller: lujo señorial e identidad pesquera

Finalmente, como colofón a una visita completa por la esencia mallorquina, a una media hora de Deià, evocar el idiosincrásico pasado pesquero de Mallorca pasa de forma obligatoria por el Port de Sóller. Comprendido entre los imprescindibles miradores que confieren la Torre Picada y el Far des Cap Gros, la zona nos permite un recorrido muy variopinto e interesante. Desde senderismo y náutica hasta restauración y cultura.

Para echar un vistazo al señorial patrimonio modernista de Mallorca, la casa-museo de Can Prunera en Sóller combina bien con un paseo por el Parque de Esculturas del puerto, pero también con una jornada de compras en la calle medieval y regionalista de Sa Lluna, con viviendas emblemáticas como la Casa de Sa Lluna o Can Prohom. Una buena representación del multiverso que configura el alma de la Isla de Mallorca.

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