Desde el siglo IX el condado de Barcelona obtuvo la supremacía sobre los condados vecinos y el matrimonio del conde Ramón Berenguer IV con Petronila de Aragón (1150) representó la unión dinástica de Cataluña y Aragón.
En una primera etapa de repoblación, que afecta a la llamada «Catalunya Vella» (‘Cataluña Vieja’), que se extiende por encima de la línea que une a Barcelona con el interior de las tierras peninsulares, las fundaciones monásticas predominantes fueron las de la orden de los benedictinos, que dieron centros de la importancia de Sant Pere de Rodes, Ripoll, Montserrat, Sant Cugat del Vallès y un largo etcétera.
A partir del siglo XII se produce una segunda etapa, en la llamada «Catalunya Nova» (‘Cataluña Nueva’), en el sector meridional, resultado de la repoblación de las tierras de la antigua diócesis de Tarragona y la conquista a los árabes de las importantes taifas de Tortosa (1148) y Lérida (1149). Ese momento coincide con el esplendor de la orden monástica de los cistercienses, rama de la anterior formada en el monasterio borgoñón de Cîteaux (Cister en latín), que se extendió por toda Europa a partir de la figura decisiva de San Bernardo de Claraval. Los soberanos catalano-aragoneses confiaron a esos monjes la fundación de grandes centros dotados de abundantes terrenos agrícolas que dieron vida a la economía y demografía de los nuevos territorios.
La vitalidad y la importancia patrimonial de los monasterios cistercienses se reflejan en los conjuntos monumentales que son el objeto de la llamada «Ruta del Cister». Ruta formada por los Monasterios de Santes Creus, Poblet y Vallbona de les Monges, situados en tres comarcas vecinas del interior catalán —Alt Camp, Conca de Barberà y Urgell—, al límite de las tierras de Tarragona y de Lleida.
Arquitectura, reflejo del espíritu
Las dependencias monacales se organizan en unas disposiciones arquitectónicas que reflejan perfectamente el espíritu de las comunidades que las habitaron y las reglas estrictas que las presidían. El gran claustro es el centro de la vida monástica y el núcleo de las restantes construcciones. A su alrededor se levantan la iglesia, la sala capitular —lugar de reunión de la comunidad—, la biblioteca, el refectorio o comedor, la cocina, el calefactorio y el locutorio. El dormitorio acostumbraba a estar situado en el primer piso.
Otras dependencias, como la bodega, la sacristía, la sala de novicios, entre otras, se distribuían de manera menos fija. Era frecuente la presencia de una enfermería, habitaciones destinadas a la presencia de la familia real, zonas para los novicios, etc., a menudo alrededor de un claustro secundario situado en la parte posterior del monasterio. También era habitual la presencia de grandes murallas defensivas.
Rodeando ese núcleo central donde se concentraba la vida estrictamente monástica, de clausura, se levantaron nuevos recintos donde se situaban locales de tipo administrativo y también palacios abaciales, hospitales, capillas para nobles o servidores del monasterio, casas para los artesanos y personas que dependían de la comunidad. Las explotaciones agrícolas y ganaderas se encontraban a menudo a cierta distancia, en las llamadas «granjas», algunas de las cuales han perdurado hasta nuestros días aunque no en su finalidad primitiva.
La pervivencia de esos monasterios al largo del tiempo y los avatares de su historia explican que el visitante pueda contemplar ejemplos de arte de estilos muy diversos. Pero predomina de manera indiscutible, como corresponde a la época en que se inició su construcción, el estilo de transición del romànico al gótico, que en la historia del arte también se conoce por estilo cisterciense, caracterizado por una cierta austeridad, propia de los principios que marcaron la aparición de la orden.
Santes Creus
El monasterio de Santes Creus se encuentra en el sector septentrional del llamado Camp de Tarragona, en la comarca del Alt Camp, en el apacible valle del río Gaià. Su fundación por la noble familia de los Montcada remonta al 1150, como filial de la abadía de la Grand Selva (Languedoc). Tuvo gran vitalidad desde sus comienzos, especialmente a partir de la figura del abad Bernard Calbó, consejero de Jaime I el Conquistador, a quien acompañó en las conquistas de Mallorca y Valencia. Su hijo Pedro II convirtió el monasterio en mausoleo de la dinastía pero Pedro III el Ceremonioso, que ordenó la construcción de murallas, derivó hacia Poblet esa función. Tuvo importantes feudos en los territorios vecinos y su estudios humanísticos florecieron especialmente en el siglo xvi. La vida monacal desapareció definitivamente con la secularización de 1835, momento en que sufrió incendio y pillaje. Convertido en parroquia, en 1931 se creó el primer Patronato para su conservación y restauración y actualmente pertenece a la Generalitat de Catalunya. La Obra Cultural organiza conciertos y otras actividades.
Los tres recintos medievales quedan en parte alterados por la construcción de viviendas en antiguas dependencias monásticas que forman el actual pueblo de Santes Creus. Del primero, queda una puerta muy simple y la capilla de Santa Llúcia. La Puerta Real barroca conduce al segundo recinto y a la gran plaza presidida por una fuente dedicada a Sant Bernat Calvó, con casas decoradas con esgrafiados; destaca el Palacio Abacial, construido (1640) sobre un antiguo hospital, con un pequeño claustro, hoy sede del ayuntamiento.
La iglesia, consagrada en 1211, tiene planta de cruz latina con cinco capillas absidialels cuadradas. La bóveda es de crucería y en la fachada oeste se abre una puerta románica y un gran ventanal gótico. En su interior destacan las tumbas reales de Pedro II —con magnífico sarcófago de porfirio— y de Jaime II y Blanca de Anjou, rodeadas por esbeltos templetes góticos (s. xiv) y el bello altar mayor barroco de Josep Tremulles (1640). El gran claustro gótico tiene en el maestro inglés Reinard Fonoll (1331-1341) un autor documentado de excepcional refinamiento —és célebre su autorretrato en un capitel— y también en su continuador Guillem Seguer; contiene tumbas de nobles protectores bellamente decoradas. La magnífica sala capitular gótica alberga tumbas abaciales. Destaca el gran dormitorio en el piso primero, con los arcos ojivales llamados de diafragma, hoy sala de conciertos.
En el lado oriental se encuentra un pequeño y sobrio claustro rectangular (s. xvii). Se conservan interesantes restos del primitivo palacio real de Pedro II (abacial desde 1520), como la escalera, la galería y el patio plateresco. Citamos en último lugar el refectorio y la bodega, el antiguo scriptorium, la cocina y la despensa.
Poblet
El monasterio de Santa Maria de Poblet se encuentra en un bello paraje a los pies de la sierra de Prades, cerca de Montblanc y de L’Espluga de Francolí, en la comarca de la Conca de Barberà. Rodeado de bosques y alamedas, su nombre deriva del latín populetum (‘alameda’). Constituye un impresionante conjunto arquitectónico que figura entre los monumentos monásticos más importantes y bien conservados de Europa.
Fundado en 1151 por Ramón Berenguer IV como filial de la abadía de Fontfreda (cerca de Narbona), tuvo un gran poderío económico (a finales del siglo xii poseía 17 granjas y en el xiv tenía el dominio señorial sobre siete baronías que comprendían 60 poblaciones). Sus abades tuvieron un papel importante en la política de la Generalitat medieval como representantes del estamento eclesiástico. Después de la secularización de 1835, que comportó pillaje y devastación, la reconstrucción del conjunto fue iniciada por el mecenas Eduard Toda. El Patronato de Poblet fue creado por Alfonso XIII en 1930. La vida monástica fue restaurada a partir de 1940 por religiosos italianos y hoy cuenta con una activa comunidad en el campo religioso y cultural.
Se entra al primer recinto (s. xvi), dentro del cual había las dependencias agrícolas y huertos, por la Puerta de Prades, donde se encuentra la bella capilla de Sant Jordi (1452), construida por Alfonso el Magnánimo. La Puerta Dorada fortificada (s. xv) introduce al segundo recinto, con una gran plaza, restos del Hospital de los Pobres, la capilla de Santa Caterina (1250) y una gran cruz monumental gótica (s. xvi). Fuera de ese recinto, se levanta el Palacio Abacial (1591-1776).
El tercer recinto, protegido por las imponentes murallas —608 m de recorrido y un total de 13 torres— construidas por Pedro III el Ceremonioso a partir de 1366, tiene su entrada por la gran Puerta Real, flanqueada por dos grandes torres poligonales. También en la muralla se abre la puerta barroca (s. xvi) de la iglesia. Su interior corresponde al edificio primitivo, iniciado en 1162 y consagrado en 1196, de planta basilical, tres naves separadas por columnas cruciformes y bóveda ojival, ábside central y deambulatorio con cinco capillas radiales. El gran cimborio octogonal es del s. xiv. Son piezas destacadas el soberbio retablo mayor de alabastro, renacentista, obra de Damià Forment (1527-1529), y las tumbas reales (Jaime I, Pedro III y sus esposas, Fernando I, Alfonso I, Juan I y Juan II), a los dos lados del transepto, obra del siglo xiv de Aloi de Montbrai, Jaume Cascalls y Jordi Joan, restauradas modernamente por Frederic Marès.
El gran claustro es un magnífico ejemplo de transición románico al gótico (tres alas), con ventanales con bellas lacerías. Delante del refectorio y del calefactorio se levanta el lavabo en un templete románico. La sala capitular, con bóveda de crucería y bellos capiteles, alberga tumbas abaciales. Citamos también el locutorio y la biblioteca, antiguo scriptorium. El dormitorio del primer piso es una gran sala típica del gótico catalán, con arcos diafragma. El atrio del abad Copons conduce a la gran bodega, con bóveda de crucería. El dormitorio de los monjes jubilados se destina en parte al Museo de la Restauración.
El edificio llamado Palacio Real o el Rey Martín, al oeste del claustro, inacabado, es un bello ejemplar de gótico flamígero que alberga parte del Museo del Real Monasterio de Poblet, con piezas románicas y góticas. Señalamos todavía el antiguo claustro de Sant Esteve, románico (ss. xii-xiii), con la antigua enfermería y una capilla, y la gran sacristía nueva (1789-1792), adosada externamente a la muralla.
Vallbona de les Monges
El monasterio de Vallbona de les Monges, de religiosas cisterciences, se halla en la parte S de la comarca del Urgell, en un valle próximo a la sierra de El Tallat. Constituye un grandioso conjunto arquitectónico, excepcional en los monasterios femeninos de la orden, cuya vida monástica ha perdurado hasta nuestros días a lo largo de ocho siglos. Su origen está en una comunidad de anacoretas cuya parte femenina se incorporó el 1175 a la orden del Cister. Protegida por la monarquía, profesaron en él las hijas de las principales familias nobles catalanas y adquirió un gran nivel económico y cultural (biblioteca y scriptorium).
Los tres recintos iniciales, que estuvieron rodeados de murallas, fueron muy alterados a partir de 1573, cuando las nuevas normas dictadas por el concilio de Trento prohibieron a los monasterios femeninos estar en descampado. Para resolverlo, se desplazó un pueblo próximo a las dependencias cedidas por las monjas alrededor del monasterio formando una nueva aglomeración.
La iglesia y el gran claustro ocupan buena parte del tercer recinto. Se accede a la primera por una bella plaza con tumbas de nobles protectores y una gran fuente. Se abren dos grandes puertas románicas, el Portal dels Morts, que permitía acceder al coro, y la de la iglesia, con un relieve mariano. De planta de cruz latina, una sola nave y tres ábsides rectangulares abiertos en el transepto, dentro del característico estilo de transición, la bóveda de la iglesia es de crucería. Destaca un gran cimborio octogonal con campanario. En el presbiterio vemos las tumbas reales de Violante de Hungría, esposa de Jaime I, y de su hija Sancha de Aragón. Son notables la capilla gótica del Corpus Christi y el grupo escultórico del Santo Entierro (s. xv).
En el claustro, de planta trapezoidal y bóveda de crucería, se alternan alas románicas y góticas, con interesantes capiteles y ventanales decorados por lacerías. Comunica con la capilla la Virgen del Claustro, moderna, y la magnífica sala capitular, de un gótico austero (s. xiv), con sepulcros abaciales y una bella imagen de la Virgen de la Misericordia atribuida a Pere Joan (s. xv). A su alrededor se sitúan las dependencias monacales antiguas (refectorio, biblioteca, cocina etc.), modificadas al largo del tiempo, y nuevas construcciones, con una hospedería. Son interesantes el pequeño museo y el archivo y la biblioteca. Vallbona constituye un importante centro espiritual y cultural y en verano se celebran conciertos en el interior de la iglesia.