El 11 de febrero de 1992, el Hesperides rebasó el Círculo Polar Antártico, convirtiéndose en el primer buque de la Armada española que cruzaba los 66′ 33» Sur. Este hito marcaba la evolución de las actividades antárticas españolas, pero significaba, al mismo tiempo, el inicio de unos nuevos modos de actuación en las investigaciones oceanográficas, para las cuales se contaba con un novedoso instrumento dotado con las innovaciones requeridas por las exigencias del actual trabajo científico.
A principios de la década de los ochenta, España, al igual que los países de su entorno, inició diversos programas de investigación en el Continente Antártico, lugar atrayente para la mirada científica tanto por su lejanía física como por el tradicional desconocimiento de los procesos naturales que allí se producen. En este sentido, los primeros intentos de investigación abordaron, fundamentalmente, materias de oceanografía y de biología marina y determinaron, en 1987, la instalación, en Isla Livingston, de la Base Antártica Española (BAE) Juan Carlos I y la puesta en marcha del Programa Nacional de Investigación en la Antártida, enmarcado dentro del Plan Nacional de Investigación + Desarrollo (I+D). El esfuerzo se vio recompensado, en 1988, con la admisión de España como Miembro Consultivo del Tratado Antártico, pasando a ocupar, en 1990, plaza con pleno derecho en el Scientific Committee on Antarctic Research (SCAR).
No obstante, las investigaciones oceanográficas tuvieron su mayor impulso con la botadura, en 1991, del Buque de Investigación Oceanográfica (BIO) Hespérides. La nave, dependiente de la Armada que se encarga de cubrir su dotación (58 tripulante, incluidos un médico y dos buzos, necesarios para ciertos proyectos científicos), mide 82,5 metros de eslora y 14,3 de manga. En total, desplaza dos mil setecientas toneladas, llegando a alcanzar una velocidad máxima de quince nudos, aunque, debido a su función investigadora, puede desarrollar una navegación muy lenta, de tan solo cuatro nudos, indispensable para la toma de datos o muestras de aguas y de fondo. Asimismo, dispone de una autonomía de doce mil millas, pensada para superar el aislamiento geográfico de los mares antárticos, y puede romper hielos de hasta cuarenta centímetros de espesor.
El equipamiento del Hesperides está diseñado, fundamentalmente, para recoger, almacenar y procesar información de utilidad científica. Dentro de este concepto, la posición del buque adquiere una importancia esencial, pues sólo conociendo con la mayor exactitud posible la situación del barco es posible situar geográficamente todas las observaciones y los datos recogidos. Por ello, el sistema de navegación permite determinar con precisión la ubicación de la nave en cada instante y, además, posibilita una navegación muy lenta y una maniobrabilidad muy precisa. En esos momentos, un avanzado sistema de posicionamiento dinámico, formado por una hélice transversal en proa y la propulsión diesel-eléctrica principal actuando sobre los timones tipo Schilling, asume las tareas de gobierno de la embarcación durante la prospección, coordinando los diversos elementos para permanecer en una posición geográfica con exactitud y mantener una derrota o un rumbo.
Capaz de alojar hasta treinta investigadores, el Hesperides cuenta con instalaciones científicas preparadas para desarrollar estudios de oceanografía física, química y biológica, geofísica, geología marina y meteorología. Los laboratorios permiten el estudio y el tratamiento a bordo de las muestras, cuyos datos se procesan en un ordenador central, al que se accede desde otras terminales instaladas en los distintos laboratorios. Entre estos últimos, destaca uno equipado para el trabajo con isótopos radiactivos, empleados para el estudio de la productividad marina, y un laboratorio isotérmico que permite mantener una temperatura constante para trabajos especiales sobre fisiología y metabolismo de organismos marinos.
El estudio de la naturaleza y composición de los fondos marinos se lleva a cabo mediante un equipo de sísmica de reflexión de multicanal, que consiste en el lanzamiento de ondas acústicas que se reflejan en las estructuras del fondo y son captadas por hidrófonos situados en el barco. También destaca el sistema de sondas multihaz que, instaladas en el casco, permiten el levantamiento de cartas barimétricas (levantamientos hidrográficos) del fondo marino sobre el que se esté navegando. Este equipo puede trabajar hasta una profundidad de doce mil metros y la anchura de la franja cartografiada es entre dos y ocho veces la profundidad.
Pero no todos los equipos del Hespérides se destinan a la investigación. El buque también está adaptado para cumplir las normativas más rigurosas que supone la navegación en la Antártida. Así, por ejemplo, respetando las disposiciones del artículo 10 del Anexo IV del Protocolo de Madrid sobre «Prevención de la Contaminación Marina», el buque dispone de equipos para la incineración controlada de lodos y aceite sucio, para tratar las aguas aceitosas con el separador de aguas de sentinas y para triturar los restos de comida y descargarlos en el mar. Además, la basura no orgánica es compactada, almacenada en cajas especiales a bordo y evacuada al continente, ya sea en Punta Arenas o en Usuhaia y un tanque de doscientos litros recoge las aguas procedentes del laboratorio radiactivo. A este tanque, se le cierra la descarga al entrar en la zona de aplicación del Tratado Antártico y se lleva un riguroso control de las cantidades que son arrojadas en su interior. Una vez fuera del territorio antártico, se vacía y se lava con agua salada.
Apretado calendario
Los trabajos del Hesperides no se limitan a la investigación en la Antártida, pues también lleva a cabo distintas campañas de investigación marina en mares más cálidos. Entre otros, ha visitado el Mar de Cortés, en el Golfo de California, o el Caribe, y ha desarrollado la campaña de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) nacional colaborando con el Instituto Hidrográfico de la Marina-Instituto Español de Oceanografía.
Con el objeto de dotar a la embarcación de un completo programa de investigación, se realizan convocatorias públicas de concesión de ayudas o subvenciones destinadas a cumplir los objetivos contenidos en el Plan Nacional de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico. Dichas propuestas son evaluadas por pares externos, consideradas por la Comisión de Gestión del BIO Hespérides y seleccionadas de acuerdo con los tiempos operativos del buque, la óptima utilización de sus instalaciones científico-técnicas y su integración en programas internacionales. La Comisión de Gestión del BIO Hespérides tiene carácter interministerial y su constitución y responsabilidades vienen determinadas por acuerdos de Consejo de Ministros de 29/07/88 y de 2/22/90 y Orden Ministerial de 30/11/90.
Entre los proyectos nacionales y las colaboraciones internacionales, el Hespérides desarrolla, anualmente, un amplio y apretado calendario de campaña que le ocupa, generalmente, 285 días por año, mientras que permanece en puerto disponible operativo veinte días por año y tan sólo sesenta días no disponible en puerto. La primera campana del buque tuvo lugar durante el verano austral de 1991/92. Desde entonces, los proyectos se han ido ampliando progresivamente. La última campaña, entre septiembre de 1997 y agosto de 1998, se ha desarrollado en diversos lugares como el Atlántico, las Barbados, Venezuela, el norte de Brasil o el Mediterráneo, combinando los proyectos nacionales con las colaboraciones internacionales.
Las investigaciones han tratado temas muy diversos. Entre ellos, la influencia sobre los recursos pesqueros de las aguas cálidas del Mediterráneo en las más frías de las Islas Canarias; la geología marina entre Venezuela y el norte de Brasil, donde se encuentran algunos de los principales valles submarinos del mundo (Cañón Ecuatorial, Valle del Vidal); la cartografía de la plataforma continental en Uruguay; el estudio multidisciplinar MATER (Mass transfer and ecosystem response) de la Unión Europea de los procesos hidrológicos y biogeoquímicos del Mar de Alborán; la localización vía satélite y muestreo de una de las inestabilidades de la Corriente Argelina compuesta por el agua superficial del Atlántico que entra por Gibraltar y, menos densa y salada que la del Mediterráneo, circula en chorro a lo largo de la costa de Africa, y la cuantificación de los aspectos oceanográficos más relevantes en la región de Canarias a Azores y el Mar de Alborán, dentro del proyecto europeo CANIGO (Canary islands-Azores Gibraltar Observations).
Finalmente, el 25 de noviembre, se inició la campaña antártica con la arribada a Punta Arenas (Chile), donde embarcó el personal de la Base Juan Carlos I y del Refugio Gabriel de Castilla, del Ministerio de Defensa, para la apertura de ambas instalaciones. El 3 de diciembre de 1997 se abordó la tercera campaña oceanográfica, de veinticinco días de trabajo efectivo, titulada «Geodinámica del límite de placas y procesos de construcción de márgenes de altas latitudes: Península Antártica Septentrional», bajo la dirección de Andrés Maldonado, investigador del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra de Granada. Así, se efectuaron prospecciones de geología y geofísica marinas en diversas áreas del Estrecho de Drake, que separa el continente sudamericano del antártico, y cerca del Estrecho de Bransfiels y el Mar de Scotia para determinar la estructura y dinámica de la zona de unión triple de las placas tectónicas Antártica/Scotia/Phoenix, con la intención de poder establecer teorías generales sobre la evolución de la corteza terrestre, la formación de los mares, la evolución de los continentes, etc.
El 3 de enero de 1998, el Hesperides regresó al continente para relevar al personal de las bases, iniciando el día 14, la última campaña oceanográfica, denominada «Oceanografía física y productividad en la confluencia Weddel-Scotia: contribución española al proyecto internacional DOVETAIL», dirigido por Marc A. García, de la Universidad Politécnica de Cataluña. Enmarcado en los proyectos internacionales JGOFS (Joint Global Ocean Flux Study) y DOVETAIL (Deep Ocean Ventilation Through Antarctica Intermediate Layers), con los que se pretende, primero, evaluar las magnitudes de los flujos de carbono en el océano Austral para poder predecir los efectos del cambio climático global y, en segundo lugar, estudiar los procesos oceanográficos en las confluencias de los mares Weddel y Scotia, al norte de la Antártida, decisivos en los transportes de aguas frías antárticas al océano global que influyen decisivamente sobre los recursos biológicos y el clima en, prácticamente, toda la Tierra.