Todo listo para un inolvidable fin de semana en Lisboa. Y para que no se te quede nada pendiente, te damos unas pequeñas recomendaciones que no debes desestimar en tu visita.
Y que mejor que comenzar el sábado recorriendo su barrio más antiguo, pasear y desayunar por la Alfama, aquí se encuentra el Museo del Fado. El paseo por empinadas y estrechas calles que nos llevan hasta su famosa catedral, Sé Catedral; y continuando, más arriba el Castelo de Säo Jorge, con sus espectaculares miradores de la ciudad, como el mirador de Santa Luzia. No debemos tampoco eludir la visita a la Iglesia Madre de Deus y visitar el Museo Nacional del Azulejo.
Para la tarde del sábado, inevitable disfrutar de un paseo en tranvía que nos aparte un poco de la ciudad para contemplar el bellísimo perfil de la Torre de Belém y majestuoso Monumento a los Descubridores. Cerca, también obligatoria es la visita al emblemático Monasterio de los Jerónimos, un testimonio máximo del espíritu portugués del siglo XVI, impresionante edificio de elementos del gótico tardío y del renacimiento.
A punto de concluir la jornada, de regreso al centro de Lisboa, ninguna mejor opción que adentrarse en el mágico laberinto del Barrio Alto. Lugar de encuentro de los jóvenes y centro neurálgico de la vida nocturna de Lisboa. Donde coincide lo antiguo con las tendencias más vanguardistas, en perfecta conjunción. Tiendas tradicionales, tascas y casas donde disfrutar del los tradicionales Fados locales en los que poder cenar mientras se disfruta de la música más típica de Portugal.
Para nuestra mañana del domingo, la zona de la Baixa Pompalina, nos espera un agradable paseo por las inmediaciones de la extensa Praça do Comércio, hasta llegar a Rossio, un ameno itinerario por una de las zonas más vivas de la ciudad, con infinidad de tiendas y establecimientos en los que realizar algunas compras. Aquí confluye el desenfadado ambiente juvenil con la tradición y la tradicional cultura portuguesa, en singular armonía.
Para volver del viaje con una visión más completa de la ciudad y si la tarde del domingo nos deja un tiempo, merece la pena desplazarse hacia la afueras para disfrutar de el Parque de las Naciones, una zona moderna de la ciudad construida para la Expo de 1998. Con una modernísima arquitectura organizada con mucho acierto y en perfecta armonía. Antes o de regreso podremos disfrutar de la Praça dos Restauradores y del Parque Eduardo VII, un sosegado jardín en contraste con su cercana y ajetreada Avenida da Libertade. Un último vistazo de Lisboa y de regreso con la intención de volver una vez más a disfrutar de cuanta belleza desprende esta gran ciudad.