Y en la costa de Cádiz, la gente acude a la playa, al campo, al mar y hasta se concentra en una fortaleza para celebrarlo. En la capital, en el castillo de Santa Catalina, todos los miércoles desde el 14 de julio al 25 de agosto el sol de despide al compás del flamenco, de la poesía, de la danza. Cada día tienen su afán y cada puesta de sol también. La fortaleza se adentra en el mar, el sol también y los gaditanos aguardan con música de fondo a que el sol se esconda. El espectáculo termina siempre con un aplauso y el gentío paseando por la playa de La Caleta y el barrio de la Viña.
Viaje a la puesta de sol
En Chiclana, un barco sale todas las tardes para ver cómo se pone el sol en torno a la silueta del islote de Sancti Petri, desde el 1 de julio hasta el 15 de septiembre. La Pepa Cádiz sale del puerto, se introduce en el Parque Natural de la Bahía de Cádiz y se detiene frente al islote dónde la mitología cuenta que Hércules tenía su templo. Si el héroe separó el continente europeo del africano, no es de extrañar que tuviera su santuario en esta isla que se encuentra a sólo una milla de la costa y a 38 del Estrecho de Gibraltar.
La embarcación se para cerca de la isla, y absortos, los viajeros contemplan cómo el sol se desliza sobre la silueta del castillo. No es una ilusión óptica sino la magia de la naturaleza. “Podría ser la humedad” comenta Javier Ramírez, armador de la Pepa Cádiz, para el que sigue siendo un misterio que este sol se ponga rojo y te invite a mirarlo de frente. Ni la mejor fotografía es capaz de reproducir cómo se esparcen las ondas azules por el Atlántico y el resplandor del sol poniente se transforma en una luz roja y anaranjada, púrpura y rosa también. El fenómeno tiene nombre –efecto Rayleigh- pero no la emoción que produce contemplar esta luz crepuscular sobre la lámina de agua.
El sol cae de izquierda a derecha, suavemente y parece que va rodando, bordeando las ruinas del castillo, flotando en el aire hasta que se hunde. Pero queda la satisfacción de haber asistido a un espectáculo siempre único aunque el sol se levante cada día.
Javier lo sabe bien, por eso las visitas marítimas se adaptan a los caprichos del sol. La Pepa Cádiz sale cada tarde, pero en julio deja el puerto a las nueve de la noche, en agosto a las ocho y media y en septiembre a las 20:00 horas porque anochece antes.
Este rincón andaluz está colmado de leyendas porque hasta él llegaron personajes de la antigüedad tan relevantes como Aníbal o el emperador romano Julio César. También cuentan que en Sancti Petri se alzaba un santuario fenicio consagrado a Melkart. Los navegantes que llegaron a estas costas hace unos 3.000 años le rendían culto y a pocos kilómetros fundaron Cádiz, la capital de la provincia, la abuela de Occidente.
A la luz de la luna llena
Muy cerca de las playas de Zahara de los Atunes y de los Caños de Meca se encuentra Montenmedio Arte Contemporáneo (NMAC), un parque de esculturas al aire libre donde las noches de luna llena, la Fundación NMAC propone pasear por el bosque, empezando por la contemplación del atardecer en la obra de James Turrell. Y a continuación, linterna en mano, ver las obras en el campo desde una nueva e inesperada perspectiva.
Se trata de visitas nocturnas bajo la luna llena, por eso se celebrarán el 26 de junio, el lunes 26 de julio, el martes 24 de agosto y jueves 23 de septiembre.
La obra de James Turrell está bajo el nivel de la tierra y a ella se accede por un túnel. Dentro te sorprende una stupa de piedra con una abertura circular por la que se ve el cielo. Una obra que adquiere mayor significado en la puesta de sol, porque se puede percibir el espectro de colores del cielo y la sensación de que este se encuentra al alcance de la mano. La visita dura aproximadamente dos horas.
Montenmedio Arte Contemporáneo acoge un parque de esculturas donde artistas internacionales de reconocido prestigio como Marina Abramovic, Sol Lewitt, Olafur Eliasson o Maurizio Cattelan han realizado proyectos específicos para este bosque mediterráneo. La colección está compuesta por unas 30 obras.
Más al sur, en las playas de El Palmar, hay quien se reúne en la arena sin que nadie los haya convocado, oficialmente. Cada vez son más. Miran al mar como el que despide a barco. Otros aprovechan para hacer yoga. Al final todos aplauden al sol como si esta vez lo hubiera hecho mejor que nunca. Pero volverán mañana.