Avila, por su condición de cuna de Santa Teresa de Jesús ha dejado en toda la ciudad un gran número de edificios religiosos vinculados a la vida de la mística.
Tal vez el mejor lugar para comenzar la visita a la Ávila de Teresa de Jesús sea el llamado humilladero de los Cuatro Postes, fuera de la muralla. Según la tradición fue aquí donde el tío de Teresa logró alcanzar a ella y a su hermano Rodrigo tras su frustrado viaje a “tierra de moros” para encontrar el martirio y ganar el cielo. Ya parecía tener claro la santa sus intenciones con apenas diez años. Dicen que Teresa se quitó las sandalias y pronunció la frase: “De Ávila, ni el polvo”.
De regreso al interior, se descubre el símbolo de la urbe: la muralla que la bordea y que la convierte en uno de los recintos amurallados medievales mejor conservados de Europa. Sus dos kilómetros y medio de perímetro se encuentran jalonados por casi 2.500 almenas, casi un centenar de torres, seis puertas y tres portillos. La puerta de los Leales, una de las entradas principales a la ciudad antigua, desemboca directamente en la Catedral, templo con aspecto de fortaleza que fue erigido entre los siglos XII y XIV y cuyo ábside, denominado cimorro, está adosado a la muralla constituyendo el cubo defensivo más voluminoso del baluarte.
Visita imprescindible en el recorrido es el Convento de Santa Teresa, construido en 1629 en el solar donde se encontraba la casa natal de la santa. El edificio, de portada barroca, alberga un importante conjunto de tallas realizadas por el escultor Gregorio Fernández, además de una capilla dedicada a la santa. En el interior existe un huerto en el que, según la tradición, jugaba siendo niña. Bajo la iglesia del convento se halla el Museo de Santa Teresa, un recorrido por las distintas etapas de su vida.
La ruta nos lleva ahora hasta el Monasterio de la Encarnación, el primer convento carmelita en Ávila. Fue aquí donde vivió durante más de 20 años y en donde llegó a ser priora en 1571. En el monasterio se conserva el locutorio que usó Santa Teresa durante el tiempo que fue priora. En él merece la pena detenerse en los lugares frecuentados por la escritora, como su celda o la capilla de la Transverberación.
Santa Teresa de Jesús, tras abandonar el Monasterio de la Encarnación, Santa Teresa se dirigió al Convento de San José, el primero que propiamente fundó y en el que ya instauró la reforma carmelita. Aquí vivió Santa Teresa entre 1562 y 1567. La vida cotidiana de la actual orden de las carmelitas transcurre con la misma austeridad y diligencia de aquella que comenzó Teresa de Ávila junto a otras cuatro novicias.
Vale la pena acercarse a la iglesia de San Juan Bautista, con la pila bautismal donde fue bautizada la santa el 7 de abril de 1515. Otro punto esencial de la ruta es la Plaza de Santa Teresa, centro neurálgico de Ávila y en la que puede verse dos de sus estatuas en el centro y en un lateral. Allí se reúnen turistas y lugareños, frente a la fachada de la Iglesia de San Pedro, para tomar algo en los soportales.
Lugares señoriales
Pero en Ávila hay mucho más, aquí se entremezclan rincones de aspecto medieval, como la plaza de los Dávila, con más de una docena de casas renacentistas de noble linaje, entre las que se pueden mencionar la mansión de los Velada, el palacio de los Valderrábano o el de Núñez Vela. Pero la construcción más sorprendente del entorno es el palacio de los Dávila. Se trata de una recia fortaleza formada en realidad por cuatro casas, la más antigua de ellas del siglo XIII. El conjunto destaca por sus almenas y por una famosa ventana de origen renacentista. Muy cerca se encuentra el Torreón de los Guzmanes, que hoy alberga la Diputación Provincial.
Éstas son solo algunas de las más de cien casonas y residencias palaciegas que existieron en Ávila entre los siglos XVI y XVIII, hecho que queda reflejado en el nombre completo de la ciudad, denominada Ávila de los Caballeros. La plaza del Mercado Chico, lugar en el que se emplazaba el antiguo foro romano, es el centro de la ciudad. A ella dan las fachadas del Ayuntamiento y de la iglesia de San Juan.
Otra edificación importante es la basílica de San Vicente, levantada en el siglo XII junto al lugar en que fueron martirizados tres santos en época de Diocleciano. Este templo está considerado el más bello ejemplo románico de la ciudad, si bien posee otros elementos arquitectónicos que fueron añadidos con posterioridad.
De nuevo fuera de las murallas, aunque muy próximo a la puerta de Los Leales, se sitúa el palacio de los Deanes, de admirable fachada renacentista. Estas instalaciones albergan en la actualidad el Museo Provincial, que contiene interesantes secciones de arqueología, etnografía y bellas artes. El museo cuenta, además, con un edificio anejo, la antigua iglesia de Santo Tomé el Viejo (siglo XII).
Tradicional residencia estival de los monarcas españoles, el monasterio de Santo Tomás, levantado durante el reinado de los Reyes Católicos. En su interior se encuentra el bello sepulcro del Infante don Juan, hijo de los Reyes; un magnífico retablo realizado por Berruguete y el coro elevado. La zona conventual se ordena en torno a tres claustros: el del Noviciado, del Silencio y de los Reyes. Mientras, las antiguas dependencias reales acogen el Museo Oriental.
Gastronomía
En cualquiera de los restaurantes de Avila es posible descubrir la excelente gastronomía abulense. Sobresalen los excelentes asados de tostón, cochinillo asado y cordero asado, además del famoso chuletón de ternera de Ávila. Sin olvidar otros contundentes platos como las judías de Barco de Ávila o los garbanzos de la Moraña.
Otros platos como el cocido moragueño hecho con hortalizas y legumbres, repollo al ajo arriero, pimientos rellenos o las populares patatas ‘revolconas’, cocidas y machacadas, y aderezadas con pimentón y torreznillos; o el delicioso cochifrito o cuchifrito. Tampoco podemos dejar de probar sus productos de matanza: el lomo, los chorizos de olla y las sabrosísimas morcillas. Si se quiere acompañar alguno de estos platos con un vino de la tierra, nada mejor que los vinos de Cebreros y el Tiemblo. Para concluir, en su repostería tradicional hay una variedad de dulces típicos como las yemas de Santa Teresa, torrijas, amarguillos, huesitos, empiñonados, natillas, o tartas.