Convertidos en posadas y comedores, el cigarral ocupó un espacio célebre en los siglos de oro de la ciudad. Estas fincas, localizadas en las colinas circundantes, han estado estrechamente unidas a la vida de los toledanos. Hoy, las mejores propiedades siguen ofreciendo al visitante aquellas mismas vistas que en tiempos disfrutaron y elogiaron ilustres como Lorca, Cardenal Sandoval y Rojas, el Conde Romanones, Salvador de Madariaga, Zuloaga, el Greco, Garcilaso de la Vega y un sinfín de personales del arte, la literatura o la política.
“Una leyenda de la que hablan los que nunca pasearon por la orilla del Tajo y que, con la fantasía, se puebla a voluntad de imágenes adorables o trágicas”. Así describió Gregorio Marañón a los cigarrales en su libro Elogio y Nostalgia. Por su parte, García Lorca introducía un aspecto más sensorial cuando afirmaba que le daban ganas de comérsela untada en pan, discurso muy bello que transmite la efusión y el deseo de intimidad que inspiran estos literarios parajes.
También Tirso de Molina, concretamente en su libro Cigarrales de Toledo, cuenta la historia de un grupo de señores toledanos amigos del amor y de las letras, decididos a pasar durante el verano varios días por los gratos retiros que rodean a la ciudad. Cada jornada en uno diferente, hasta un total de veinte eran los que figuraban inscritos en el programa y de los que el autor apunta. Igualmente Galdós, Umanuno, Pérez de Ayala, García Lorca, Lope de Vega o Navarro Ledesma reflejaron en sus escritos la singularidad del paisaje. Siglos después de aquellos románticos tiempos, los Cigarrales se han renovado para convertirse en refugios para escapar de la ciudad y disfrutar de los sencillos placeres de Castilla.
Sin embargo, al margen de estas y otras descripciones excedidas, aunque muy poéticas, un cigarral se valora por sus vistas y por el agua del que dispone. Por lo general cuentan con poco terreno a su alrededor y se caracterizan por el color de la tierra. De aspecto rojizo son las fincas en las que se cuidan los escasos olivos, de aceite fino y sabroso, el almendro y el albaricoquero. Hay mucha almendra amarga y dulce, que se transforma en pasta del afamado mazapán en la época navideña. Al proliferar la delicada flor de estos frutales, en la eclosión primaveral, es bellísimo el aspecto de los cigarrales. Este ha sido su marco natural, al otro lado del río Tajo, hoy conjuntos residenciales de gran valor cultural, paisajístico y ecológico desde donde se contemplan espectaculares vistas del la monumental ciudad de Toledo.
Los Cigarrales engloban bellas construcciones de arquitectura entre rústica y conventual que se adecuan perfectamente al terreno agreste y accidentado que presenta la colina toledana. Los cortijos están rodeados de terrazas y patios empedrados donde no faltan los jardines repletos de la flora más variopinta, desde geranios, azucenas, lirias hasta olivos, almendros y cipreses. Los Cigarrales retoman las villas romanas asentadas hace más de veinte siglos donde los musulmanes de la taifa toledana crearon huertos de recreo para el disfrute de un espacio a la mano de la naturaleza, donde se funde en armonía el espacio natural y el humanizado. Desde el renacimiento, consideradas residencias de descanso y signo externo del prestigio social, eran el lugar de encuentro idóneo para las tertulias de clérigos, nobles e intelectuales. De este modo, se convirtieron en interesantes focos de creación y sabiduría que gozaron de gran prestigio en el Siglo de Oro.
Distintas culturas que dejaron su huella en Toledo. Deambular por los cerros es uno de los mayores placeres que ofrecen Los Cigarrales: sentir el aroma de los inmensos olivos que forman parte de la zona desde el siglo XVI mientras se camina por la ribera del Tajo. No en vano, los cigarrales se han convertido en un lugar emblemático ya que en la actualidad es lugar de encuentro de altos cargos políticos, financieros, premios Nobel e incluso de estrellas del deporte.
El de Cervantes, modelo de Cigarral
Como corresponde, el de Cervantes está construido en una antigua finca de recreo de la alta sociedad toledana. Era el lugar de esparcimiento de intelectuales, artistas, escultores, pintores y músicos. Perteneció durante el siglo XVIII a un célebre músico y compositor llamado “Señor de Caravantes”.
Por su emplazamiento, en los montes que circundan la ciudad, goza de magníficas vistas sobre Toledo, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, y su emblemático río Tajo. Hoy, estas privilegiadas vistas, otrora admiradas y reproducidas en lienzos de ilustres pintores, son uno de entre muchos argumentos que incitan al viajero a visitar Toledo y recrearse con la belleza que aún guarda tan espectacular entorno.
Para su disfrute, el Cigarral de Caravantes dispone de más de una veintena de amplias e íntimas habitaciones abuhardilladas con madera noble. Todas ellas con vistas panorámicas y dotadas de las más exigentes instalaciones. Completa el servicio la cafetería, el bar, los salones, la piscina y los jardines.
Datos prácticos
El conjunto de establecimientos que componen la zona de Los Cigarrales de Toledo ofrecen un amplio y completo abanico de servicios. Hoteles, restaurantes y paradores estratégicamente ubicados, alta calidad de servicio, cargados de historia y muy confortables donde acoger celebraciones, reuniones, eventos empresariales o convenciones.
Gastronomía del Cigarral
Los establecimientos ubicados en Los Cigarrales de Toledo son el lugar ideal para disfrutar de la cultura gastronómica toledana. La cocina local es arraigada en sus tradiciones, cazadora y pastora, con un buen número de recetas que combinando influencias moriscas y cristianas aportan un gran placer al paladar.
Entre sus especialidades destacan el cordero asado o guisado, como cochifrito, que se prepara con huevo, azafrán, tomate y vino blanco y la perdiz con pochas (especialmente sabrosas alubias de esta zona). Por otro lado se encuentra la perdiz estofada, cocinadas a fuego muy lento y servidas con patatas al vapor y la muy conocida tortilla a la magra.
De fama internacional son el queso manchego, queso envejecido de leche de oveja, de vaca o mezcladas y el mazapán, dulce con el que los artesanos de Toledo hacen un derroche de imaginación dándole las más simpáticas formas. En cuanto a sus vinos, también la provincia toledana ofrece una gran calidad con sus denominaciones de origen La Mancha y Mentrida.
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