A dos kilómetros del pueblo extremeño de Cuacos de Yuste, en el corazón de La Vera, se levanta el Monasterio de Yuste. Perteneciente a los Jerónimos, su origen se remonta a los primeros años del siglo XV, cuando unos ermitaños se retiraron allí a vivir tras la donación de los terrenos a la comunidad por un vecino de Cuacos llamado Sancho Martín.
En 1414, los eremitas reclaman la protección del monasterio jerónimo de Guadalupe, y se acogen a la Orden de San Jerónimo, no sin problemas jurídicos. Es a partir de ese momento cuando comienzan las grandes obras en el monasterio, siendo del siglo XV la iglesia y el claustro gótico. En el siglo XVI, los Condes de Oropesa toman al cenobio bajo su protección y emprenden costosas construcciones y ampliaciones de la casa; las obras del claustro nuevo, renacentista plateresco, finalizan hacia 1554, coincidiendo prácticamente con la visita de Felipe II a Yuste, con objeto de cumplir el deseo de su padre de reconocer el monasterio para estudiar la posibilidad de retirarse allí a pasar sus últimos años. Era ésta una idea que ya llevaba rodando por la cabeza del Emperador Carlos V, y cuando, a partir de la mitad del siglo XVI, se siente cansado, va dejando parcelas de poder en manos de su heredero y pensando cada vez más en el retiro.
Siendo el monasterio del agrado de Carlos, se decide a ejecutar su proyecto y ordena la construcción de su vivienda en un ala del cenobio, dando precisas indicaciones de las trazas, orientación y proporciones. No pudiendo esperar a la finalización de las obras, en los primeros días de 1557 llegó Carlos V a Yuste, cuando aún no se había finalizado el acondicionamiento de las estancias para la servidumbre; poco tiempo disfrutará el Emperador de su retiro, pues falleció el 21 de septiembre de 1558 a consecuencia de fiebres palúdicas.
La estadía de Carlos V en Yuste marcará para siempre a esta casa, dotándola de un contenido histórico y riqueza artística que antes nunca había conocido, a pesar de que Felipe II se llevó el cuerpo de su padre al monasterio de El Escorial en cuanto lo finalizó.
En 1809 sufre el monasterio un pavoroso incendio a manos de las tropas francesas, quedando reducido prácticamente al claustro gótico. Con las leyes desamortizadoras del primer tercio del siglo pasado, el monasterio es expropiado, siendo comprado por el señor Tarrius, quien lo sacó a pública subasta y a punto estuvo de venderlo a Napoleón III si no hubiera sido por el celo patriótico del marqués de Mirabel, que lo adquirió con el objeto de evitar que la casa cayera en manos francesas. A pesar de las pequeñas obras de conservación emprendidas por el nuevo propietario, el monasterio estaba abocado a su total destrucción por el paso del tiempo y la incuria provocada por la exclaustración, de no haber sido porque en 1941 la casa de Mirabel cedió la propiedad de Yuste al Estado, encargándose el trabajo de una ambiciosa restauración al arquitecto José Manuel González Valcárcel, que llevó a cabo una total reconstrucción de la casa que resucitó a Yuste de entre las cenizas.
En 1958, concluida la restauración, se llegó a un acuerdo con la Orden de San Jerónimo para que la comunidad reocupara el monasterio dándole nueva vida. Posteriormente, se abriría la casa al público que quisiera visitar este lugar de hondo significado carolino. Con objeto de hacer más interesante la visita de la casa, se procuró llenar las estancias del palacio. Para ello se estudió el inventario de objetos realizado a la muerte de Carlos y se procuró recuperar las piezas que allí figuraban. Se vistió también la iglesia, sacristía, coro, etc., con objetos procedentes del propio Yuste, que habían sido repartidos por pueblos de la zona tras la exclaustración.
El convento del Monasterio
El convento está formado por multitud de estancias que se disponen en torno a la iglesia, el Palacio de Carlos V y los dos claustros. Entre ellas, cabe destacar el sencillo refectorio, con bancales corridos para asiento de los monjes y con un buen púlpito de piedra para las lecturas sacras.
En un ángulo del muro de cerramiento del monasterio se ve esculpido un magnífico escudo imperial con una inscripción alusiva al Emperador:
Encima del fronstis se ve una cartela con una imagen de relieve que representa a San Jerónimo. Fue precisamente Felipe II quien mandó erigir este monumento epigráfico a la memoria de su padre. El más antiguo de los dos claustros es el gótico, que se compone de dos pisos, ambos formados por arcos carpaneles sobre pilares góticos de sección ovalada. Los lados tienen cinco y siete vanos cada uno, respectivamente, todos ellos construidos de cantería bien labrada.
Las techumbres, tanto del primer piso como del segundo, son planas, reposando sobre viguería de madera: datan de la última reforma que se hizo en el monasterio hace unos cuantos años. En el centro se dispone una bonita fuente circular de cantería. Este claustro, que se construiría en los años finales del siglo XV o en los comienzos del XVI, está adosado a la iglesia y con ella comunica. Los pilares tienen basas góticas molduradas y carecen de capiteles. El otro claustro es plenamente renacentista y se terminaría de construir en el año 1554, cuando acabaron las reformas sufragadas por los Condes de Oropesa.
También se estructura en dos pisos. Todo él está construido de sillería granítica. Tiene arcos de medio punto en el piso inferior y rebajados en el superior. Ambas plantas apoyan sobre capiteles que presentan reminiscencias del corintio y están decorados con guirnaldas y grandes volutas. En el arrranque de los arcos del primer piso destaca una buena colección de escudos nobiliarios. Tiene este claustro siete y ocho vanos por lado, respectivamente. En medio de ambos claustros se dispone la sacristía, que es una gran construcción rectangular alargada cubierta con artesonado de madera y dispuesta perpendicularmente a la iglesia conventual, con la cual comunica.
La iglesia del Monasterio de Yuste
Al exterior aparece encajonada entre las construcciones conventuales y el Palacio de Carlos V, de manera que sólo puede apreciarse el elevado imafronte de la fachada de los pies, en donde se encuentra la portada de ingreso: es abierta en arco de medio punto con arquivoltas y con una pilastra cajeada a cada lado. Remata en tres hornacinas aveneradas, separadas por balautres, y en un pequeño frontón triangular en la parte superior, coronado todo ello por jarrones. Esta portada debe datar del tiempo de las reformas que se hicieron en el monasterio a mediados del siglo XVI. En medio del hastial, un gran óculo da luz al coro. El interior es de una nave dividida en cuatro tramos por complejas bóvedas de crucería estrellada. El arco triunfal, apuntado, se adorna con magníficos festoneados góticos. Tantos las basas de los pilares como los capiteles llevan sencillas molduras propias del estilo mencionado, así como las ménsulas que alternan con los pilares adosados y sirven, también, de soporte a las crucerías.
El coro se dispone a los pies y salva la anchura de la nave por medio de un elegante arco carpanel, dividiéndose su cubierta, también de crucería gótica, en dos tramos, ya que así lo requiere su extraordinaria amplitud. En alto y a los lados hay sendos balconcillos en esviaje que se disponen sobre trompas. Dan luz a dicha nave, además del óculo situado a los pies y ya citado, cuatro vanos cuadrangulares, más uno, muy elegante y situado a la cabecera, que se abre en arco de medio punto con arquivoltas. Esta iglesia monacal está sólidamente construida a base de mampostería, sillería y sillarejo, comunicando con las habitaciones del Emperador por medio de una puerta que, situada en esviaje, se dispone en el presbiterio por el lado de la epístola; a través de ella Carlos V podía oír misa desde su propia cama, esquema éste que aquí tiene su punto de partida y que posteriormente emplearía Felipe II en El Escorial. Se conservan en dicha iglesia monacal, entre otras, las siguientes obras:
Nave del evangelio: Retablo clasicista, del siglo XVII, que contiene diversos relicarios. Relicario de madera policromada en forma de antebrazo, del siglo XVII. Relicario de las mismas características y cronología que el anterior. Relicario en forma de busto de Santa con una teca en el pecho, del siglo XVII. Relicario de madera policromada en forma de óvalo a manera de marco, del siglo XVIII. Dos pirámides de madera policromada que, en su día, formarían parte del remate de algún retablo, del siglo XVII. Óleo sobre lienzo que representa a un Cristo atado a la columna, del siglo XVII. Púlpito de hierro forjado, del siglo XVIII.
Presbiterio: Retablo mayor realizado por el escultor y pintor riojano Antonio de Segura, en 1580, según encargo de Felipe II, cuya escritura de contratación data del 16 de junio de dicho año. Se hizo dicho retablo según traza de Juan de Herrrera. Es, por ello, obra muy clasicista, en la que cuatro grandes columnas con capiteles corintios sostienen un gran frontón partido con el escudo imperial en medio. En el banco, dos pinturas sobre tabla que representan a los cuatro padres de la iglesia occidental: a la izquierda, San Agustín y San Jerónimo, y a la derecha, San Gregorio y San Ambrosio. La parte central la ocupa un gran óleo sobre lienzo, la “Apoteosis de Carlos V”. Se trata de una copia que Antonio de Segura hizo del cuadro de Tiziano “La Adoración de la Santísima Trinidad”. En lo alto, a los lados del escudo del águila bicéfala, cuatro virtudes en impresionantes esculturas de bulto: Fortaleza, Justicia, Fe y Esperanza.
Nave de la epístola: Óleo sobre lienzo que representa la vuelta del hijo pródigo, del siglo XVII. Retablo clasicista, del siglo XVII, que hace juego con el retablo-relicario que hemos estudiado en el lado del evangelio.
A los pies de la iglesia: Óleo sobre lienzo, del siglo XVII, que representa a San Lorenzo. Óleo sobre lienzo, del siglo XVII, que representa a Santa Elena. Pila de agua bendita de jaspe, del siglo XVI.
Coro: Sillería coral realizada a fines del siglo XV y comienzos del XVI. Consta de 33 sitiales bajos y 31 altos, aunque hay que hacer la salvedad de que hay dos en la sacristía. La parte dorsal del trono principal tiene las armas del Obispo de Plasencia Don Gutierre Álvarez de Toledo (1498-1506), que fecha la sillería. Sin embargo, existen detalles de estilo plateresco que hacen avanzar la fecha de terminación al primer tercio del siglo XVI. Probablemente dio las trazas el maestro Rodrigo Alemán, aunque sería un oficial suyo el que la ejecutó. Desde luego, es de excelente calidad, como demuestra el relieve de San Jerónimo de la silla central.
Sacristía: Entre otras piezas, se conservan un Crucificado de fines del siglo XVI; una escultura policromada de Nuestra Señora con el Niño, del siglo XVIII; un óleo sobre lienzo que representa a San Joaquín con Santa Ana y San Juan, de mediados del siglo XVII, y arcones de madera y bustos para contener reliquias.
Antesacristía: Óleo sobre lienzo que representa a la Virgen María, de medio cuerpo y con cara aniñada; el marco, al parecer es de la época; es copia de una composición de Guido Reni, de fines del siglo XVII. Este lienzo tiene por detrás otro óleo en el que se representa un Ecce Homo, también de matiz italianizante, de fines del siglo XVII. Óleo sobre lienzo, de parecidas características a los anteriores, que representa al Salvador y es copia de Guido Reni por Carlos Maratta, de fines del siglo XVII. Facistol de madera característico del siglo XVI.
Cripta: Es una habitación abovedada, que se encuentra debajo del altar mayor, en la que existe un ataúd de madera de castaño, apoyado sobre unas palomillas de hierro, en el que estuvo enterrado Carlos V antes de su traslado a El Escorial, por mandato de Felipe II, en el año 1574.
El Palacio
Se encuentra adosado al muro de la epístola de la iglesia conventual y presenta tres pisos. El inferior, a modo de sótano, debió servir para residencia de verano y para servidumbre el superior, que tiene buhardillas. El piso noble es el central. A él se accede por medio de una rampa de suave inclinación que va a dar a un pórtico columnado, que es adintelado y que tiene encima dos grandes arcos de descarga, de ladrillo como el resto de la fábrica, en donde los materiales nobles brillan por su ausencia; dicho pórtico o glorieta queda abierto al aire libre por dos de sus lados.
En él existe una inscripción: “SU MAGª EL EMPERor. D. CARLOS V NRO SEÑOR EN ESTE LUGAR ESTAUA ASENTADO QVANDO LE DIO EL MAL A LOS TREYNTA Y UNO DE AGOSTO A LAS CUATRO DE LA TARDE. FALLECIO A LOS VEINTE Y UNO DE SETIEMBRE A LAS DOS Y MEDIA DE LA MAÑANA. AÑO DEL Sor. DE 1558”. Al fondo del mencionado pórtico está la puerta de entrada, que da a un amplio pasillo a cuyos lados se sitúan las habitaciones, lo cual produce la independencia de éstas. Las estancias que tienen entrada desde este pasillo son cuatro: la primera a la derecha es un salón con chimenea de pared, ventana y una entrada al mirador que da al estanque que hay en el parque, a los pies. Esta habitación es la que debió servir como sala de audiencias.
La siguiente de la derecha debió ser la sala de estar y, también, comedor, y desde ella se accede a una pequeña salita que es la conocida como de la estufa. La primera habitación a la izquierda del precitado pasillo es la que llaman de Don Juan de Austria, ya que en ella Carlos V reconoció a Jeromín como hijo suyo, hijo ilegítimo que tuvo con una burguesa alemana llamada Barbara de Blomberg, adoptando éste como nombre Juan de Austria, quien vivía bajo la tutela del mayordomo del Emperador Don Luis de Quijada y su esposa Doña Magdalena de Ulloa en la casa que éstos habitaban en el vecino pueblo de Cuacos. Es probable que sirviera para alojar a los soldados de la guardia imperial. La última habitación de la izquierda es la más noble del palacio, ya que era el dormitorio del emperador y comunica, por medio de una puerta en esviaje, con la iglesia, de modo que desde la cama Carlos V podía oír misa.
También existe en este dormitorio una chimenea de piedra y un balcón. Queda por reseñar otra pequeña estancia, que está aneja a la sala de Don Juan de Austria, llamada de Felipe II, pues se hospedó en esa habitación durante dos días tras la muerte de su padre, ya que no quiso hacerlo en el dormitorio del Emperador en respeto a su memoria. Las otras dependencias del piso bajo o semisótano siguen la misma estructura que las de la planta noble descrita. Los demás elementos necesarios en el palacio imperial: cocinas, despensa, barbería, botica, bodega, panadería, etc., se hallaban situadas junto al claustro nuevo o plateresco del convento, convenientemente aisladas de la residencia del emperador. A ellas se llegaba a través de un pasaje, a modo de “loggia”, que parte de la sala de la estufa.
Es probable que dirigiera las obras de este sencillo palacio fray Antonio de Villacastín, aunque su función debió ser meramente supervisora; a pie de obra debieron estar fray Juan de Ortega y fray Melchor de Pie de Concha. También se sabe que en 1558 inspeccionó las obras el conocido arquitecto Covarrubias, cuando ya estaban completamente terminadas, extrañándose el maestro por su poco coste. Digamos, también, que en la glorieta existe una hermosa fuente de piedra de cantería que mandó hacer el emperador, y fue regalo del concejo de Plasencia, ejecutando dicho trabajo, plenamente renacentista, hacia el año 1558, los maestros de cantería Agustín de la Vega y Lope de Anturia. Las obras muebles que hay en el palacio son, entre otras, las siguientes:
Sala de audiencias. Óleo sobre lienzo que representa a la Emperatriz Isabel de Portugal y es copia de la conocida composición de Tiziano del siglo XVI. Óleo que representa a San Pablo escribiendo, obra de Martín Reemerswhaele, del siglo XVI. El llamado Reloj de Carlos V, de oro y platino, construido por el relojero y orfebre alemán Jeremías Metzger, del siglo XVI. Arcón de madera, de fines del siglo XV. Arcón de madera, del siglo XVII. Bargueño de madera, del siglo XVI. Chimenea de piedra granítica de estilo manierista, del siglo XVI.
Sala principal o comedor. Óleo sobre lienzo que representa el retrato del Emperador Carlos V y de la Emperatriz Isabel de Portugal. Es, también, copia de Tiziano a través de una composición atribuida a Rubens del siglo XVII. Óleo sobre tabla con la Adoración de los Reyes Magos, procede de un díptico, del siglo XVI. Óleo que representa el Entierro de Cristo; es copia realizada por Coffermans de la conocida composición de Schongauer, del siglo XVI. Óleo que representa a Cristo con la cruz a cuestas, del siglo XVI. Pintura sobre tabla que representa una Crucifixión, obra de la escuela sienesa, de hacia 1400. Arcones de madera, del siglo XVII. Atril de madera, del siglo XVI. Dos sillones de taracea, del siglo XVI. Reloj de templete de bronce dorado, del siglo XVI. Arqueta de taracea, del siglo XVI. Chimenea de pared de la época de construcción del palacio.
Cuarto llamado de Don Juan de Austria. Arcones de madera, del siglo XVI. Silla o litera de viaje guarnecida de cuero, del siglo XVI. Óleo con un Ecce Homo, del siglo XVI. Óleo con una Dolorosa, copia del Tiziano, del siglo XVII. Espadas y capacetes, del siglo XVI. Cámara de Felipe II: Colcha del Emperador Carlos V, regalo de su hermana María, Reina de Hungría. Cristo de marfil, del siglo XVI.
Dormitorio de Carlos V. Cama con dosel, del siglo XVI. Armario, del siglo XVI. Arcón de madera, del siglo XVI. Dos sillones de madera con labores de taracea, del siglo XVI. Óleo con San Jerónimo, de Marinus, del siglo XVI. Óleo sobre tabla con San Bartolomé, San Pablo y San Andrés, del siglo XV. Cofre pequeño de madera, del siglo XVI. Aguamanil y jofaina de latón, del siglo XVI. También en esta habitación existe una buena chimenea francesa en el muro oriental, que es de la época de construcción del palacio.
Ermita de Belén. Se encuentra en el interior de la huerta del monasterio y, al presente, está muy reconstruida. Sabemos que era de planta cuadrada, de sillería y con bóveda gótica. La fachada y las ventanas se abrían por medio de arcos conopiales. Sería obra de fines del siglo XV.
Digamos, para terminar, que todo el conjunto palacial y monacal se rodea de una alta cerca a la que se accede por medio de un portalón, abierto en arco de medio punto y encillamente moldurado, cubierto por ambos lados con tejaroz de madera sobre columnas octogonales de cantería con perfiles góticos. Parece obra de los comienzos del siglo XVI.