Con una antigüedad de casi dos mil años, es el único faro romano del planeta que sigue en pie y que incluso mantiene su función de linterna del mar. Un guía de los barcos cuya luz es visible hasta una enorme distancia: 24 millas. Si hay niebla, su señal sonora también llega hasta las 7 millas.
Se dice que es el faro más antiguo del mundo que sigue en funcionamiento y su visita es casi obligatoria en tu paso por la ciudad. Una estilizada silueta que identifica la urbe, ya que su majestuoso contorno sobresale por el horizonte desde muchos puntos de A Coruña.
El faro se sitúa en el alto de una colina de 60 metros sobre el nivel del mar, rodeada por acantilados, en un entorno privilegiado y sugestivo. Por momentos, recuerda más a un paisaje de los desolados parajes de A Costa da Morte, que al contorno de una gran ciudad.
Una gran subida supera la colina que lleva hasta este monumento. La cuesta de la loma, una vía empedrada peatonal, recuerda a una calzada romana. Por el entorno, te llamarán la atención las estatuas que ambientan las proximidades y que conforman una exposición al aire libre, una muestra que se denomina Parque Escultórico.
Estas figuras, dispersadas en este inmenso entorno costero, representan personajes mitológicos de leyendas, el rey celta Breogán o simplemente una enorme caracola que se ubica en la punta de un alargado cabo… y así, hasta 15 obras de importantes artistas gallegos. Un museo gratuito al aire libre y… libre de pago de entrada.
Entre todas las piezas que forman este Parque Escultórico, te recomendamos una visita hasta los menhires, un conjunto de varias rocas pulidas y alargadas, separadas de manera estratégica, parecidas a las que lleva el personaje de cómic Obélix. El Parque de los Menhires es una obra actual, no una reliquia arqueológica. Realizado hace pocos años por un escultor aún vivo, simboliza la cultura celta, tan extendida por la comunidad. Una Galicia salpicada por distintos puntos de su territorio por dólmenes y piedras con simbolismo ritual.
Según se llega, este espacio recuerda esos lugares celtas donde se celebraban ritos religiosos y, según cuentan las leyendas más atrevidas, sacrificios humanos. La integración de la obra humana en este medio natural, forma un área impregnada de simbolismo ancestral, situada junto a un tapiz de forrajes y próximo a unos roquedos.
Este conjunto de monolitos queda a un kilómetro del faro, pero esta distancia se sortea en un apacible paseo, atravesando un verde monte que bordea al Atlántico, disfrutando de una pequeña ruta entre caminos de tierra.
Faro de casi dos mil años
Volvemos a la torre de Hércules y te contamos trazos de su historia. Lo que ahora se conserva no es totalmente el original faro, mandado construir por Trajano en el siglo II, ya que la primera construcción fue en parte saqueada y abandonada durante siglos.
En el siglo XVIII, gracias a una intensa actividad comercial y marítima, se decide dotar a La Coruña de un faro, por lo que, sobre el año 1790, se decide restaurar el viejo faro romano, en vez de levantar otro nuevo. Esta nueva remodelación se diseñó en estilo neoclásico, y la rehabilitación produjo una torre con mayor volumen que la estructura original.
También se modificó el acceso hasta la punta, donde se encendía el gran fuego. Originalmente era exterior, con una gran rampa o escalera que rodeaba el cuerpo. Tras la restauración, como actualmente, se accede por escaleras interiores.
Pero volvemos al faro para introducirnos en sus entrañas. Muchas personas visitan solamente el edificio por fuera, bien porque no sepan esta posibilidad de subir hasta su alto o por no acercarse hasta las proximidades.
Esta magna torre tiene una altura de 59 metros y se puede disfrutar por dentro, algo casi excepcional, ya que la mayoría de estas instalaciones no se permite el acceso a turistas. Por ejemplo, en Galicia no se puede entrar en el interior en dos los históricos faros más visitados por viajeros: el de Fisterra o el de Cabo Vilán en Camariñas, el primer faro eléctrico de España.
Nada más acceder, en los bajos de la torre, se muestran los restos que quedan de la vieja estructura romana: las piedras antiguas que se pudieron conservar. No pienses en ascensores, tienes ante ti 234 escalones que irás subiendo a lo largo de varios pisos.
Al final, tras sortear distintos niveles, quizás con algún que otro jadeo, llegarás a un mirador desde el cual podrás disfrutar de una espléndida vista, que llega en días de buena visibilidad hasta las rías de Sada y Ferrol, e incluso, a las islas Sisargas, ya en la Costa da Morte.
Desde distintos lados de la barandilla, te asomarás a la ciudad por sus diferentes barrios, muelles y puertos y, enfrente, rodeando a la ciudad, el oleaje del fiero Atlántico. Una preciosa perspectiva que ambienta el susurro de la brisa y el viento que, en ocasiones azota con intensidad la piel.
Mar, salitre, brisa, oleaje, faros, acantilados, naufragios… no hay más que cerrar los ojos y dejar llevar la imaginación. Seguro que renacen en tu memoria cuentos de piratas o capítulos de los libros de aventuras de “los Cinco”.
No te vayas de este viaje sin visitar este monumento único en el mundo que, sin duda, impregna de sensaciones y constituye un recorrido por un singular resto romano. Seguro que en tu paso por Galicia puedes complementar esta visita cultural con una parada en las murallas de Lugo, otra pieza irrepetible del imperio, con dos kilómetros de defensa que rodeaba la ciudad. Tiempos remotos, cuando Galicia se llamaba Gallaecia.
Al lado de la torre de Hércules puedes visitar el Aquarium Finisterrae, una enorme casa de los peces del Atlántico. También, muy cerca, un museo dedicado al ser humano.
Cómo llegar:
En coche, tienes autovía desde Madrid, desde donde se puede llegar en una 6 horas. También, desde Burgos, el recorrido se hace por autovía. Trenes y estación de autobuses, con conexiones nacionales, no impiden la llegada de los que no tengan vehículo. En la ciudad de A Coruña hay un aeropuerto, el de Alvedro, y otro relativamente cerca, el de Santiago de Compostela, a unos 60 kilómetros.