Texto y fotografías: Luis Medina
La Ruta del Emperador es una buena ruta para conocer la naturaleza de La Vera. El itinerario permite al viajero conocer el antiguo camino que unía las localidades de Jarandilla de La Vera, Aldeanueva de La Vera y Cuacos, y por el que Carlos V llegó al monasterio de Yuste.
Salida.- Jarandilla de la Vera
Fin.- Monasterio de Yuste
Distancia.- 10 km aprox. (ida)
Dificultad.- Baja
Duración: 3 horas aprox.
Fuentes.- 2
Epoca recomendada.- todo el año
Una placa junto a una puerta del Parador, casi frente a la derecha de la iglesia de San Agustín, indica el comienzo de la ruta. Antes del inicio, es inexcusable pasarse por el antiguo patio de armas del Palacio de los Condes de Oropesa, actual parador de turismo. Blasones de piedra y una majestuosa terraza por la cual se derraman cientos de hojas, permiten al visitante comenzar a tomar coinciencia de ruta transportándonos al pasado, a aquel 3 de febrero de 1557 en el que Carlos V, tras comer, inició su camino hacia el palacio que había mandado construir junto a un pequeño cenobio. En el centro del patio, un pequeño estanque, plagado de monedas, susurra cientos de secretos que han quedado en forma de deseo bajo las aguas.
De vuelta al inicio del itinerario, hay que tomar la denominada Cuesta de los Carros, pasando por delante de la iglesia de San Agustín, hasta llegar a una placita. Desde aquí, girar a la derecha por la calle Marina hasta las afueras de la localidad. Un camino de tierra durante unos 50 metros conduce hasta una calleja empedrada que lleva hasta el puente Parral. Al aproximarse se puede escuchar el rumor de la garganta Jaranda. Una vez atravesado, continuar por un camino que asciende a la derecha.
A lo largo del trayecto se pueden ver las plantaciones de dos de los cultivos básicos de la zona: el pimentón, «oro rojo» que ha hecho que esta comarca sea reconocida en todo el mundo, y el tabaco, cultivo que se comenzó a instalarse de forma masiva en la zona en los años sesenta. Tampoco faltan olivos, cerezos o higueras. Pero también, a cada paso, es posible escuchar el canto de los mirlos o el singular sonido del pájaro carpintero, el olor de la jara pringosa, el torbisco o el escaramujo.
Pasadas las plantaciones, robles, brezos y jaras, dan la bienvenida al caminante, que se despiden rápido para dar paso de nuevo a los cultivos finalizando en una antigua vereda con paredes de piedra, hasta lelgar a una pista de cemento. A la derecha puede verse la carretera, la EX-203, mientras que la vista de la izquierda, mucho más agradecida, se presenta en forma de robles que da sombra al camino empedrado por donde hay que internarse para entrar de nuevo en el bosque. Pasado el robledal, ya se divisa Aldeanueva. Cruzado el arroyo Cepeda, se llega a la carretera y desde aquí es posible visitar la plaza de toros del siglo XVI, la iglesia de San Pedro o la afamada fuente de los Ocho Caños. Aldeanueva de la Vera ha perdido en gran medida todo el encanto de aquel antiguo casco viejo, con las casas con entramado de madera. Las nuevas construcciones han acabado con la arquitectura popular. A pesar de que se ha frenado, tanto aquí como en otros pueblos de La Vera, las modernas construcciones, el daño ha sido irreparable.
Pasados los Ocho Caños, en dirección de nuevo a la carretera, bajar un tramo encementado. De frente se divisa el cerro de la Soledad. De nuevo asoman campos cultivas y pequeños senderos que no hay que tomar en cuenta. Bonitas son las vistas desde el puente del Tejar para poder ver el correteo de las aguas de la garganta Los Guachos. Pinos, alisios, fresnos y chopos. Es uno de los puntos más bellos del itinerario. Tras un alto en el camino, el trazado conduce hacia Cuacos, siempre de frente, hasta llegar al paraje de Santa Ana, donde aparecen amontonados cuadras, secaderos de tabaco y gallineros.
El casco antiguo de Cuacos merece una visita, especialmente su iglesia, sus serranas casas, la Casa de Jeromín…Tomar la calle de los Hornos para salir de nuevo a la carretera y cruzar para seguir primero por un camino empedrado, después de tierra, hasta una carretera con acera ancha. Esta conduce hasta el monasterio. Pero antes, conviene hacer dos paradas: una en Cementerio Alemán, en el que se encuentran restos de excombatientes alemanes durante la Guerra Mundial y otra en la Cruz del Humilladero.
Por fin… Yuste
«Antes de salir de Jarandilla Carlos V procedió a licenciar a todos los que ya no le habían de acompañar en su retiro a Yuste. Casi un centenar de antiguos servidores flamencos que habían de regresar a los Países Bajos, fueron despedidos, entre ellos los tres nobles que hasta entonces le habían acompañado: La Chaulx, Roeulx y Hubermont. La Chaulx todavía permanecería unos días en Yuste.
Fue una despedida de emoción, como diría Quijada, testigo de excepción:
«Es lástima ver partir una compañía de tantos años…».
No menos emotiva fue la marcha de la escolta de 99 alabarderos que hasta entonces habían acompañado al Emperador. Los cuales, al ser licenciados del servicio imperial, arrojaron sus alabardas al suelo. Era el rudo lenguaje de la milicia, pero expresivo: a nadie servirían, después de haberlo hecho a Carlos V. (…)
Por fin, Carlos V en litera – que no de otra manera podía viajar-, abandonó Jarandilla, para salvar las dos leguas que le separaban de Yuste. A su lado, el conde de Oropesa, La Chaulx y Quijada como representantes de la alta nobleza. Su cortejo, unos 50 criados para su servicio personal. Lentamente, como lo exigía su quebrantada salud, fue avanzando Carlos V a su retiro.
A las cinco de la tarde, entre el repiqueteo de las campanas del monasterio de Yuste. Su primera medida fue ir a la iglesia del monasterio para dar gracias por haber cumplido finalmente su viejo deseo, tan firmemente mantenido. (…) entró en la iglesia, rezó ante su altar mayor, pasó al convento que visitó detenidamente, para al fin retirarse cansado a su nueva morada.»
Por fin, Carlos V estaba verdaderamente en Yuste. Era el 3 de febrero de 1557.
© Carlos V, El Cesar y el Hombre. Manuel Fernández Alvarez. Espasa Calpe, 1999.
Más información
Si se pernocta en la localidad o alrededores antes de hacer la ruta, el viajero tendrá la oportunidad de degustar no sólo este plato, sino también la variada y excelente gastronomía de la zona.
Archiconocidas son sus cerezas, el licor de éstas, el denominado kirsch o las morcillas patateras, entre otros productos.
El grado de dificultad del itinerario es medio. Es una ruta larga pero merece la pena. Las ganas de hacer un alto en el camino para divisar el paisaje o bañarse en sus cristalinas aguas será una constante a lo largo del recorrido.