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Egipto, un viaje al pasado

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Viajar a Egipto es precisamente eso, retroceder a un pasado cargado de historia, reflejado en un presente que vive de ella y con ella. Todo en Egipto rezuma la historia de su milenaria civilización, desde las piedras que conforman sus edificios más representativos hasta las aguas del Nilo que recorren el país, ya tranquilas desde la construcción de la presa de Asuán, que dio lugar al Lago Nasser.

El río Nilo, fuente inagotable de vida, y antaño también de muerte y destrucción, observa el paso de los años a través de las gentes que lo cruzan, lo circundan o navegan por él. Las motonaves y falucas arrumban en incesante procesión arriba y abajo desde Luxor hacia Asuán cargados de turistas, llenando así sus aguas con un tráfico permanente y eterno.

Egipto sorprende antes de bajar del avión, ya cuando el comandante del vuelo anuncia la temperatura exterior. Tierra de inmensos contrastes, el clima es caprichoso y de la misma forma que te abrasa de día, de noche es necesario protegerse del frío. Una vez pisas su tierra árida, ya nada vuelve a ser igual. Inundan los colores y sonidos y asaltan los aromas, los edificios impresionan, las caras de los niños conmueven, la amabilidad de sus gentes confunde; pero, sobre todo, sus enormes divergencias sobrecogen.

Hay tantas cosas por ver que pareciera que toda una vida no fuera suficiente. Templos, ruinas e historias de pueblos enteros se resumen en un solo país, en unas únicas fronteras. De hecho, al entrar en cualquiera de los antiguos santuarios rodeados de inmensas estatuas y enormes muros, es prácticamente imposible no estremecerse. Tocar las piedras antiguas está prohibido por razones obvias. Sin embargo, es muy difícil resistirse al embrujo de intentar rozar con las yemas de los dedos el pasado.

Circuitos turísticos por Egipto

Los cruceros turísticos por el Nilo incluyen normalmente en sus itinerarios solo aquellas zonas y monumentos más representativos. No es que sea poco, ni mucho menos, pero deja una impalpable sensación de haber visto una ínfima parte de lo mucho que este país tiene que ofrecer al viajero inquieto.

Este, embarcado en alguna de estas aventuras, contemplará extasiado el templo de Karnak, el complejo religioso más importante del antiguo Egipto y situado en la antigua Tebas. Unido a este por una avenida flanqueada por esfinges, se encuentra el templo de Luxor, consagrado al culto del dios Amon-Ra, y cuyo edificio principal es uno de los mejor conservados.

Siguiendo el camino, llegamos al Valle de los Reyes, necrópolis donde se encuentran las tumbas de la mayoría de los faraones del Imperio Nuevo o, incluso, la ciudad de los artesanos. Más allá, aún en la misma zona, encontramos el Templo de Ramsés III y el templo funerario de la reina Hatshepsut, entre otros. Pero esto no acaba aquí. El viaje se prolonga hacia la esclusa de Esna y, desde allí, al Templo de Edfu, dedicado al dios Horus.

El recorrido básico finaliza con la visita a la Alta Presa de Asuán, que se construyó para evitar las inundaciones anuales por desbordamiento del Nilo, y al Obelisco Inacabado en las canteras al sureste de Asuán.

Visitas imprescindibles

Las visitas a la Isla Elefantina, al templo de Philae, o al Pueblo Nubio son opcionales pero dignas de ser vistas. Así mismo, resulta imprescindible visitar Abu Simbel, que engloba los templos de Ramsés II y Nefertari. Esta obra es muy probablemente la más impresionante. Mandada construir por este faraón, se encuentra excavado en una pared de roca en la que hubo de ser reubicado.

La llegada a El Cairo, una gran ciudad fundada en el 116 a.C., con más de 18 millones de habitantes, se ve muy limitada al ser descrita solo a través de las palabras. El sentido del olfato se ve afectado como nunca antes. Un olor almizclado y fuerte acompaña constantemente al viajero ya que, contra todo pronóstico, la pituitaria occidental no se acostumbra aletargándose, como es habitual, con otros aromas impetuosos.

El oído, por su parte, no quiere ser menos, y una sinfonía de pitidos y cláxones, voces y músicas diferentes, irrumpe desorganizadamente de noche y de día atravesando paredes y puertas. Un paseo por el gran mercado llamado Khan el Khalili nos dará una idea de las posibilidades sin explotar de nuestros órganos visuales. Y lo mismo se puede decir de nuestro sentido del gusto, que permanentemente experimenta con nuevos y desconocidos sabores que inundan el paladar.

Las pirámides de Egipto

En la visita a las tres pirámides de Giza, Keops, Kefrén y Micerinos, el ser humano llega a sentirse insignificante y pequeño al lado de tanta grandeza. La Esfinge, sempiterna, nos observa con una sonrisa mal disimulada, como si supiera algo que los demás desconocemos.

Una de las visitas indispensables en esta ciudad es el Barrio Copto, situado en la zona antigua de la ciudad, surcado por callejuelas estrechas y peatonales. Lleno de antiquísimas iglesias que siguen el rito copto, sus moradores son considerados los cristianos más antiguos de oriente. No menos imprescindible es la visita a la Ciudadela de Saladino, fortaleza construida en una pequeña montaña y en cuyo interior se encuentra, la legendaria y bella Mezquita de Alabastro. Y de forzosa obligación es también visitar el Museo de Arte Faraónico en el que sin demasiado orden ni concierto se pueden observar restos arqueológicos, estatuas, y joyas bien conservadas.

Suelen ser opcionales también las visitas a Menphis y Sakkara con su Pirámide Escalonada. Un viaje más completo y por tanto de más días nos llevará a conocer la mítica Alejandría, y el Mar Rojo con las preciosas playas de Hurghada y Sharm el-Sheij y sus impresionantes zonas de buceo.

Asequible para todos los bolsillos

Egipto ofrece una seguridad estupenda, con uno de los índices de delincuencia más bajos del mundo, que deriva en una absoluta confianza para pasear de noche y de día con tranquilidad. Este nivel de seguridad se ha visto reforzado desde el atentado de 1997, que dejó 67 turistas muertos.

Para el visitante occidental resulta un destino bastante accesible, pues resulta barato comer, alojarse, moverse de un lado a otro y hacer compras. La costumbre de la propina, que no se debe confundir con la limosna, es allí algo completamente normal y se espera a cambio de cualquier pequeño servicio o favor. En ciertas ocasiones, incluso, se llega a desesperar al turista no acostumbrado a esa práctica. Esto, no obstante, no es óbice para que la legendaria hospitalidad y amabilidad de sus habitantes no sea cierta.

En definitiva, es un país que merece la pena visitar a fondo. Pero para disfrutarlo de verdad, no te olvides de ir acompañado de un buen guía que te ayude a descubrir todos los secretos de esta tierra árida. Sin embargo, el mejor souvenir que el viajero se trae de allí es el que permanece en su memoria.

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