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La cueva de La Meaza: Un destino turístico inolvidable

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Cantabria es la zona de España con más representación de arte rupestre. El máximo exponente son las cuevas de Altamira, conocidas como la «Capilla Sixtina del Arte Cuaternario», pero hay muchas más. El Castillo, el Pendo, el Mirón, Cincho, Fuente del Salín, Chufín, Porquerizo… la lista es extensa y muestra la relevancia de los asentamientos primitivos en suelo cántabro.

De entre todo el entramado de cuevas, decoradas con figuras de bisontes, ciervos, cabras y caballos, vamos a centrarnos en la cueva de la Meaza, en el término de Ruiseñada y muy cerca del municipio de Comillas. Si queréis alojaros en la zona, os recomendamos visitar la página web de Ruralia, especialista en turismo rural. Cantabria está repleta de establecimientos con encanto, donde podréis disfrutar del paisaje y probar platos exquisitos. Pero, ¿cómo es la cueva de la Meaza? Os lo vamos a explicar.

Descubrimiento de la Meaza

El descubrimiento de la cueva de la Meaza se produjo el 11 de marzo de 1907 y se atribuye al arqueólogo Hermilio Alcalde del Río. Antes de localizar la Meaza, el especialista había recorrido por su cuenta buena parte de la geografía cántabra. Otros de sus descubrimientos fueron las cuevas de Hornos de la Peña, Covalanas, el Haza, Santián y la Clotilde, así como los grabados rupestres escondidos en la cueva de el Pendo.

Nada más aterrizar en la Meaza, el arqueólogo se puso a escavar y extrajo muestras de sílex, fragmentos de cerámicas y restos de huesos. También descubrió figuras en forma de serpiente.

Cueva de La Meaza
Cueva de La Meaza (Pinturas rupestres)

Pero el reconocimiento profundo de la cueva no se produjo hasta casi 40 años más tarde, de la mano de Calderón Martín de la Vara. Entonces se encontraron moluscos, cerámicas e incluso un sepulcro con restos de un esqueleto. Las incursiones en la cueva se sucedieron en años posteriores y en 1966 se encontraron nuevas pinturas rupestres.

La cueva

Para llegar a la cueva de la Meaza hay que coger la carretera que une Cabezón de la Sal con Comillas. Antes de llegar a esta localidad, se encuentra un desvío que conduce hasta el barrio de la Molina y allí se esconde la cavidad.

La cueva tiene una gran boca de entrada orientada al sudoeste. Mide 10 m de ancho por 4 m de alto y da paso a un vestíbulo que transcurre en sentido descendente. Al final se encuentra una sala con dimensiones considerables (59 m de largo, 42 m de ancho y 10 m de alto) que contiene muestras de arte paleolítico.

De acuerdo con las excavaciones y los análisis realizados, la cavidad estuvo habitada durante el Paleolítico Superior y el Mesolítico. El arte rupestre corresponde a los periodos solutrense y aziliense pero también hay restos de la época asturiense, el calcolítico y el medievo.

Las paredes de la cueva presentan signos formados por puntos y con forma de serpiente. También hay manchas de pintura roja sin forma definida y grabados finos realizados con algún material cortante.

Es una cueva cerrada al público para preservar al máximo su integridad y solo pueden acceder a ella especialistas en arqueología y espeleología. Aunque la cueva no pueda visitarse, vale la pena acercarse a la entrada y asomarse hacia el interior. A pesar de la verja de protección, el espacio conserva un encanto especial.

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