Inspirados por aquella Sagrada Familia nazarena que vivió en Palestina hace dos mil años, los belenistas se convierten en correos de un mensaje de tranquilidad de espíritu y de felicidad. La Asociación de Belenistas de Alicante, fundada en 1959, trata de fomentar y mantener esta tradición multisecular de la manera que mejor puede hacerlo: a través de su bello y laborioso trabajo.
No se han anquilosado ni son un grupo fuera de los foros de debate habituales de la sociedad. Los belenistas, creadores de sueños, portadores de la ternura, la paz y el amor que impregnan con sus manos en cada figura, han tomado el tren del progreso, sin perder las miras del pasado.
Este, al menos, es el propósito de la Asociación de Belenistas de Alicante. Fundada en 1959 con el fin de «mantener y fomentar la multisecular tradición de representar plásticamente las escenas de la Navidad de Jesús», este grupo de artesanos del buen hacer, ha conseguido renombre en los cinco continentes.
Su proyecto ha sido desde el principio bien acogido, tanto por el pueblo como por las instituciones. Muestra de esta aceptación es la organización de dos congresos belenistas nacionales, en 1974 y 1984, así como su participación en la Exposición Internacional Belenista de Verona. Independientemente de las Exposiciones, su afán por mantener esta tradición se deja notar tanto en su página web como en su boletín anual, convitiéndose esta última en una de las publicaciones belenistas más apreciadas en todo el mundo.
La felicidad de las pequeñas cosas
Quizá la mejor manera de apreciar su trabajo sea la visita al Museo de Belenes, situado en Alicante. Inaugurado en 1997, en él se exhiben colecciones de figuras procedentes tanto de España, como de Europa, África, América y Asia. A pesar de que existe una colección permanente, la renovación periódica es una constante en el museo. De esta manera, el visitante que acuda al museo cada cierto tiempo se encontrará con nuevas figuras.
Para los belenistas, sumergidos, como cualquier otro ser humano, en un mundo plagado de desasosiego, violencia, injusticia y escándalo, recrear campos, montes, pueblos y palacios supone encontrar la felicidad. Una felicidad al alcance de la mano, si cada uno es capaz de disfrutar de las pequeñas cosas que la vida ofrece.
Todo un mensaje de paz, esperanza y vida, albergadas en el alma de pequeñas figuras con sabor a navidad.
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