Vinos Ribera del Duero, tal vez sean los vinos de los que mejor definen al mundo vitivinícola español y, especialmente, como punto de referencia hacia dónde ir en este complejo mundo del vino. Pues, aparte de honrosas excepciones, qué distintos son estos vinos elegantes y complejos de hoy, de aquellos claretes que se consumían en Aranda de Duero hasta los años ochenta o de los tintos con exceso de tanino.
Cuando uno ve el camino andado por los vinos de la Ribera del Duero en tan sólo quince años, salvando honrosas excepciones, se debe exclamar chapeau por todos esos esfuerzos de agricultores, elaboradores y comercializadores y por el Consejo Regulador que fue marcando pautas para hacer que estos caldos sean considerados, hoy, como los mejores del territorio nacional.
La denominación de origen Ribera del Duero ocupa una amplia franja del Alto Duero que abarca sesenta municipios de la provincia de Burgos, diecinueve de Valladolid, seis de Soria y cuatro de Segovia. Los suelos son, mayoritariamente, de aluvión y arcillo-ferrosos, con una altitud que va de los setecientos a los mil metros, y el clima es continental, extremo y no muy lluvioso. Estos factores y la ubicación del viñedo en las laderas del río, aporta a los vinos, personalidad, equilibrio e ideales condiciones de maduración.
Los vinos enmarcados en esta denominación se elaboran a partir de tinta del país, variedad de la familia de la tempranillo, la uva principal para los tintos. Esta y la madre naturaleza hace que los caldos sean de gran calidad, perfumados, de buena pigmentación e idóneos para una larga conservación. Aquellos destinados a Crianza, Reserva y Gran Reserva, pueden hacer coupage con cabernet sauvignon, que aporta su gran cuerpo y complejidad. También está autorizada la uva merlot, que enriquece el producto en aromas, y la madera, que lo hace más complejo. En muy escasas ocasiones se utiliza la ibérica garnacha, que aporta coloración.
La Denominación de origen produce blancos, tintos, rosados y espumosos. Para los vinos rosados se usa albillo o blanca del país, si bien ésto sufren un claro retroceso por el aumento experimentado por los tintos de crianza, reserva y gran reserva. De hecho, la elaboración de tintos jóvenes ha sido abandonada por algunas bodegas, pues. a pesar de tener gran demanda, el elevado coste de la uva (capaz de alcanzar las trescientas pesetas por kilo) le convierte en un producto poco competitivo en el mercado nacional.
El Consejo Regulador de Ribera del Duero establece que los Crianza acogidos a la denominación tengan una permanencia mínima de doce meses en barrica de roble y que sean comercializados a partir del 1 de diciembre del segundo año después de la vendimia. El Reserva ha de tener treinta y seis meses de envejecimiento en barrica y botella, estando un mínimo de doce meses en barrica y llegando al mercado el 1 de diciembre del tercer año tras la vendimia. Y los Gran Reserva han de tener un envejecimiento de sesenta meses en total, habiendo permanecido al menos veinticuatro meses en barrica y treinta y seis en botella.
Las variedades seleccionadas por los productores y unas inmejorables faenas de laboreo del viñedo y cuidada vendimia; las manos sabias de los bodegueras de la Ribera del Duero y unas ideales normativas por parte del Consejo Regulador hacen que estos vinos sean unos de los mejores y más apreciados del mercado nacional y estén teniendo un gran éxito en los mercados exteriores, incluso, en los de mayor tradición vitivinícola. Las variedades de uva seleccionadas por los viticultores permiten obtener caldos de excelente calidad.
La sangre de la tierra
Apasionante historia la del vino, toda una bebida biológica que es, para las culturas mediteráneas, como la sangre de la tierra o el principio de un dogma de fe. Muchos años ha que los fenicios introdujeron la mítica vitis vinifera, con la cual se inicia la historia de los vinos españoles.
Es de suponer, y así lo manifiesta Columela, que los caldos de la Ribera del Duero fueron similares a los del resto de la Península Ibérica en época romana, aunque algunas peculiaridades debían de tener, pues el vino fue motivo ornamental en algún mosaico del centro peninsular y no lo fue en otras zonas. Aunque la tradición, como motivo de inspiración artística, continuó en los grabados visigodos del friso de Santa María de las Viñas.
El gran poeta Fernán González, al describir Castilla, dice: «de panes e de vinos tierra muy comunal non fallarian en el mundo otra mejor sin tal». Eso demuestra que, incluso antes de la gran expansión del viñedo que realizó la cultura monástica cluniacense, el vino es ya todo un hecho en la Castilla romana y visigoda del siglo VII y en el momento de su nacimiento político en el siglo X. Sobre ese gran reino, escribióse un poema llamado de Alejandro, el cual incluye unos versos hablan de las uvas castellana:
«Ally fallaría ommes las bonas cardeniellas
e las otras mejores que son las tempraniellas
las blancas aflonsinas que tornan amariellas
las alfonsinas negras que son cardeniellas»
Todo ello indica que el vino está ligado culturalmente a Castilla desde la antigüedad y, muy especialmente, cuando nace como reino. Asimismo, el vino no sólo fue muy importante en la economía de la zona, sino también motivo de idealización religiosa: en la zona de la Ribera se encuentra Nuestra Señora de la Vid, tal vez una de las tallas en piedra de la virgen más bella del mundo y que debería ser patrona de estos vinos desde el bellísimo monasterio de su nombre.
La influencia de los monjes de Cluni en Castilla, muy particularmente en la Ribera del Duero durante los siglos XIII y XIV, permitió el desarrollo del viñedo, pues los cenobios se construían a imagen de la Jerusalén Celestial, a la que se llega tras el tránsito de esta vida a la eterna. Por ello, con un orden establecido en derredor del monasterio, se plantaba todo lo necesario para su sustento, entre ello la uva de donde obtener el vino para dar la hemina (medida diaria de consumo de cada uno de los monjes – aproximadamente, medio litro-). Así, se podía exclamar las palabras del profeta Isaías:
«Quiero cantar para mi amigo
una canción de amor hacia su viña.
Mi amigo tenía una viña
en una loma feraz.
La cavó, quitó las piedras,
plantó cepas selectas,
en medio de ellas construyó una torre
y excavó también un lagar…»
La implantación y desarrollo del viñedo fue tal que precisó la regulación del laboreo y de la producción. La vendimia se reguló en la villa de Roa desde 1295 y, desde el siglo XV, se controló también la rpoducción y las calidades. Dependiendo de ambas, los productores estimaban sus impuestos de sisas y alcabalas.
Hubo también distintas medidas, desde el siglo XVI, para proteger los vinos de la zona de los de otras comarcas. Todo esto, hizo posible una industria de gran importancia en la zona desde muy antiguo, pudiendo afiirmar que los vinos de Ribera del Duero son los que cuentan con más tradición de todos los de España.