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Villajoyosa. Suave luz mediterránea

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Villajoyosa o la Vila Joiosa, afamada por sus fábricas de chocolate, por sus fiestas de moros y cristianos, con su espectacular «desembarco» y su ajetreada actividad pesquera, ofrece además uno de los recorridos más pintorescos, nunca mejor dicho, de cuantos se pueden disfrutar por todo el litoral mediterráneo.

La Vila, como se viene denominando por sus alrededores, mantiene intacta su vocación marinera y se enorgullece de haber sabido conservar su artesanal fabricación del chocolate. Pero, tan antigua localidad alicantina, además, ha sabido adaptarse al fenómeno del turismo con gran acierto. Tan simple como un breve deambular por sus recoletas calles y plazuelas ya dan buena fe de ésta, a lo peor, desafortunada impresión.

Los chillones coloridos de sus vetustas fachadas entre el azul, ocre, verde, amarillo o granate llaman la atención según vamos adentrándonos por sus callejuelas. Camino de la playa, aparecen una y otra vez humildes edificios de pescadores que se han sumado a esta original iniciativa y han hecho de sus casas parte de un mural de limpios y vivos colores

Paleta de colores de la Marina Baixa
Camino de la playa, aparecen una y otra vez humildes edificios de pescadores que se han sumado a esta original iniciativa y han hecho de sus casas parte de un mural de limpios y vivos colores. Se cuenta que sus propietarios las pintaban con colores muy vivos para identificar sus hogares desde alta mar, facilitando así el intercambio de señales.

casas

La original estampa de La Vila se ve enriquecida aún más con esos pequeños detalles que los de allí van sumando a esta obra urbana, discretos adornos, flores y plantas significan el interés de los vecinos por enseñar al viajero una ciudad que demuestra saber ser agradecida con el forastero.

Bajo los ventanales de sus casas pasaron aquellos moros, que hoy se representan en el día grande de su fiesta. También otros, algo olvidados, como los griegos y los romanos, y que sí lo recuerdan algunos documentos y cuyos influjos se dejan notar en los rostros de quienes eligieron este rincón como su lugar de residencia. Aquí se han encontrado, hasta la fecha, restos arqueológicos del periodo romano. Más cercano a nuestros días, en 1251 el bando cristiano se encargó de conquistarla y siete años más tarde quedó despoblada, a causa de la revuelta de Al-Azraq. En 1300, se le concedió la carta puebla y en 1452, fue elevada a la categoría de villa real. Y definitivamente, en tiempos de la Guerra de las Germanías y Sucesión, tomó el bando de los Borbones, por lo que le fueron confirmados todos sus privilegios.

Entre estos avatares políticos y sociales fue emergiendo la Vila y su barrio del Arsenal, el de más genuino sabor marinero, forma un conjunto homogéneo excepcionalmente bien conservado y de un enorme potencial turístico. Los elementos que destacan en su arquitectura son fundamentalmente los que configuran el aspecto exterior de las construcciones (colores, cerrajerías, remates de aleros, zócalos, hornacinas con imágenes, etc.). En su interior se emplaza la Iglesia Parroquial de la Asunción que constituye un magnífico ejemplo de iglesia-fortaleza del gótico, con portada renacentista, cuya construcción data de los s. XIV-XVI. La visita a este emblemático cruce de callejuelas y plazas puede rematarse con una caminata por el paseo del Doctor Esquerdo.

No menos interesante es el paseo por entre los muelles. La visita al puerto merece un capítulo aparte. Ahí se encuentran amarrados los barcos de pesca y otras embarcaciones de tipo deportivo. Los primeros son los que se encargan de mantener con vida las famosas subastas del pescado y del marisco, un espectáculo sin guión, sin escenario y tan sencillo y espontáneo como la vida misma de los marineros.

Pero otros resquicios del pasado se mantienen firmes a pesar del paso del tiempo en este entramado como la Torre de San Josep, monumento funerario romano mejor conservado de la Comunidad Valenciana, o el Pont de San Argil, construcción del s. XVIII y la Torre d’Alt, entre otras viejas construcciones, que compiten con otros no menos interesantes lugares de visita obligada y muestra de los añadidos más contemporáneos de la localidad. Como su Museo Etnográfico, donde se encierran los utensilios que fueran empleados durante siglos por los chocolateros, pescadores, fabricantes de redes y cordajes marinos y de remos.

Con mayor colorido se muestra la villa coincidiendo con la celebración de sus más señaladas fiestas. Concretamente entre los días 24 y 31 de julio, se celebran las fiestas en honor a su patrona, Santa Marta, fechas en las que se recuerdan a los antepasados que fueron víctimas de los ataques de la piratería. Precisamente, uno de los más sangrientos, allá por el siglo XVI, concluyó con la victoria de los vecinos del pueblo, quienes, orando a su patrona consiguieron que una tormenta redujese a las naves invasoras. Pero, sin duda, la manifestación más llamativa del calendario festivo tiene su momento más álgido en el amanecer del día 28 con el famoso Desembarco Moro. Aunque con menor repercusión, también se citan en las calles los vecinos de La Vila Joiosa en la Feria de San Miguel, en el mes de septiembre, convocatoria ésta que se viene celebrando desde 1533, y que en su origen fue exclusivamente una reunión agrícola.

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