Tintos de fuerte color e intensidad aromática se producen con sumo esmero en el entorno del Parque Natural de la Sierra de San Mamede. Aquí, los caldos adquieren verdadero protagonismo junto con aldeas que conservan gran parte de la historia de Portugal. Un completo abanico de sensaciones para descubrir, una vez más, el siempre sorprendente Alentejo.
Cuentan de Portalegre que su nombre se debe a la unión de los términos «puerto», debido a ser lugar de paso en las rutas comerciales y «alegre», gracias al bello paisaje en el que se asienta. De un lado, la Sierra de San Mamede y, de otro, la planicie alentejana. Si hay algo que domina la ciudad es la Sé cuyos pináculos miran altivos las murallas del casco antiguo, plantando cara a las torres del que fuera uno de los castillos de mayor solera de a zona.
Su rico pasado industrial aún se deja ver en las fábricas de corcho y tapices, estos últimos conocidos en todo el mundo, y, sobre todo, en las fabulosas mansiones que se exhiben en la Rua 19º de Junho, vía principal de la antigua ciudad. Todas ellas desvelan un floreciente pasado donde la nobleza y el clero fijaron por estos pagos su residencia.
Hoy día, la producción vinícola ha experimentado un gran auge, debido a la calidad de sus vinos. Así, las bodegas se han modernizado, manteniendo técnicas tradicionales.
Pero antes de llegar a Portalegre el viajero, si entra a Portugal por la cacereña, Valencia de Alcántara, deberá visitar otros dos enclaves.
Marvão, con su fabuloso castillo, desde cuya torre del homenaje la vista es fabulosa, uniendo el paisaje portugués y español en uno sólo, cuenta en sus alrededores con un buen número de monumentos megalíticos. No menos bella es la florida Castelo de Vide, cuyas calles escarpadas se derraman desde las murallas de la ciudad. Su patrimonio monumental es rico y variado, destacando, la sinagoga, una de las más antiguas de Portugal.
Blanquísimas fachadas rematando los vanos en tonos amarillos se dejan ver en Crato, al igual que en la mayor parte de los pueblos del norte del Alentejo. También Crato revela la riqueza megalítica de la zona, con un impresionante dolmen que se exhibe a unos cinco kilómetros de la localidad. Y a un par de kilómetros, la aldea de Flõr da Rosa es la excepción que confirma la regla. Sus calles son anchas a diferencia de las vías angostas que suelen presentar los pueblos limítrofes.
Uno de los principales motivos para visitar Alter do Chão es, además de palpar su pasado romano, su castillo y el palacio y los jardines del Alamo, La Coudelaria de Alter-Real, donde se cría desde hace casi trescientos años el caballo del mismo nombre.
Todo un mundo de sensaciones, donde la mezcolanza de conjuntos megalíticos, el paisaje de la Sierra de San Mamede, el altiplano, la angostura de sus calles y el pasado medieval de estos pueblos, con ricos vinos y excelentes viandas, permite disfrutar al completo de un bucólico paisaje.
Riqueza megalítica. El gran número de conjuntos megalíticos que se puede encontrar por la zona, permite diseñar una ruta aparte en donde observar, dólmenes y mehires, además de atestiguar la presencia humana por estos lares hace más de cinco mil años. A los conjuntos megalíticos, acompaña la belleza del paisaje.
Los pueblos. Portalegre destaca por su castillo y sus palacios e iglesias, sobresaliendo la Se, que domina toda la ciudad; Marvão cuenta con una fortaleza amurallada desde cuya torre del homenaje se divisan espectaculares vistas; En Castelo de Vide predominan las blancas cuajadas de flores multicolores, así como su castillo medieval, al igual que Crato donde, a dos kilómetros se halla el monasterio de Flõr da Rosa. En Alter do Chão es de interés su fortaleza y la visita a la Coudelaria del mismo nombre, para visitar sus caballos.
Los Vinos. Suelos de origen granítico y un microclima privilegiado, permiten a esta zona, producir vinos tintos, de color fuerte, de gran intensidad aromáticia, cuando son jóvenes. Destacan las etiquetas Portalegre, Tapada do Chaves, Fundaçao Abreu Callado y Mouchão.