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Parque Natural de La Breña y Marismas del Barbate

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Tres mil hectáreas de superficie se reparten por el Parque Natural de La Breña y Marismas del Barbate. En ellas se extienden espectaculares acantilados, sugerentes playas de blanca arena y extensos pinares.

La mano del hombre se deja ver en las diferentes torres almenaras que, desde el principio de los tiempos, los habitantes de estas tierras construyeron para defenderse de ataques enemigos.

Las garcillas bueyeras o espurgabueyes, como se las conoce popularmente por esta zona, se alzan como la reina de los acantilados de este parque. Este ave viajera recorre grandes distancias para avituallarse avituallarse de alimentos y transportarlos hasta los espectaculares acantilados del Parque Natural de La Breña y Marismas del Barbate. Tras tomar las viandas se quedan fijas, mirando hacia el mar, tal vez planificado un nuevo viaje, tal vez disfrutando de una vista privilegiada.

A lo lejos, bajo el azul del mar, en los meses de primavera y verano, cientos de túnidos buscan el calor de las aguas mediterráneas, tras pasar el invierno en el Atlántico. Hasta aquí viajan para reproducirse. El protagonista es el atún rojo, preciado pescado para los marineros que los capturan desde la época romana mediante el arte de la almadraba. Las almadrabas actuales capturan los atunes tanto en su viaje hacia el Mediterráneo, como a su vuelta hacia el Atlántico.

De esta parque se cuenta que tiene una franja marina de una milla de anchura, con uno de los ecosistemas más ricos que existen.

Pero no sólo el mar y sus playas de fina arena y sus acantilados, son los atractivos del Parque Natural de La Breña y Marismas de Barbate. Poco a poco trata de recuperarse la marisma, que fue enormemente perjudicada en los años sesenta debido a su intento de utilización como campos agrícolas. Fue desecada y se construyeron diferentes canales y compuertas para evitar que penetrar el agua del mar. No obtuvo la fertilidad deseada, aunque fue aprovechada como recurso ganadero. De este modo, actualmente, el agua va recuperando de nuevo su lugar, constituyendo un área de descanso fundamental para especies que encuentran una alternativa frente a la desaparición de la Laguna de La Janda.

En otro tiempo, junto a la desembocadura del río Barbate, se encontraban cientos de hectáreas de dunas móviles. Se consideró que estos terrenos podían hacer peligran la existencia de tierras fértiles y de infraestructuras. Por ello se fijaron esas dunas, iniciándose su transformación en pinares, siendo hoy los de mayor extensión litoral de Cádiz.

Pero también la presencia del hombre se deja notar dentro del parque. Los ataques de corsarios y piratas, hizo que se construyese una red de torres que se extendían por todo el litoral suratlático y el mediterráneo español. La Torre del Tajo y la de la Meca se hallan dentro del término del parque. La primera, denominada también la de la Tembladera fue construida en el siglo XVI y se comunicaba al este con el desaparecido castillo de Barbate y al oeste con la Torre de Trafalgar, junto al actual faro. La escasa visibilidad entre ambas motivó que se construyera la de La Meca, en el cerro del mismo nombre.

 

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