Fuera del tumulto nocturno de la isla de Ibiza, y además de sus preciadas playas, igualmente merece unos recorridos, bien en moto, o bien en coche, para conocer y descubrir otro de sus tesoros: los pueblos de interior y su tradicional arquitectura ibicenca.
Durante una estancia, más o menos prolongada en la isla de Ibiza, difícilmente podremos eludir adentrarnos en sus tradiciones así como mimetizarnos con su paisanaje y su cultura. Para ello nada mejor que optar por la opción de alquilar un vehículo, coche o moto, que nos facilite esta posibilidad. Utilizando las ofertas de algunas de estas compañías de alquiler, como https://www.turborentacar.com/es, tendremos la oportunidad de disfrutar de su pasado y su presente, sus gentes, su historia y, por supuesto de esa sencilla a la vez que coqueta arquitectura tradicional ibicenca.
Y, es que antes de que las olas del turismo abordaran la isla de Ibiza, sus vecinos ya habitaban pequeñas localidades, la mayoría con nombres de santos, que aún conservan excelentes muestras de su arquitectura tradicional. Encontramos pueblos de interior en los que predomina el blanco y la sencillez de sus formas. A diferencia de otras distribuciones urbanas más comunes, generalmente en torno a su plaza principal, en Ibiza, en cambio, encontramos las viviendas dispersadas entre los campos de olivos y almendros, se trata de una estructura evidentemente rural, que en la mayoría de los casos tiene como eje central: la parroquia.
En todos los casos, es admirable la conjunción con el medio natural, con el paisaje en el que se levantan estas humildes viviendas, y otras más señoriales, de dimensiones perfectas, sobrias y ante todo funcionales. No en vano, estas construcciones han sido estudiadas y reconocidas por grandes arquitectos del mundo, en especial por esa proximidad y respeto al entorno paisajístico de Ibiza.
Una acertada y escueta definición de la arquitectura ibicenca podría ser: muy sencilla y blanca, ese blanco por el que Ibiza se ganó el apelativo de la “Isla Blanca”. Generalmente de paredes encaladas, aunque en ocasiones también con la piedra al descubierto. Otros elementos característicos son las vigas de sabina, los arcos y los llamativos colores de puertas y ventanas. Con paredes muy gruesas para compensar la temperatura exterior. Y las ventanas estrechadas hacia el exterior a modo de fortalezas.
Puestos a disfrutar, una jornada de no más de setenta kilómetros bastará para descubrir estas joyas arquitectónicas. Partiendo de la ciudad de Evissa, la ruta nos irá conduciendo hacia el norte y oeste de la isla, con paradas en alguno de los núcleos turísticos más animados y en otras pequeñas localidades en donde pervive la auténtica arquitectura tradicional ibicenca: Eivissa – Santa Eulalia de Riu – San Carles – San Joan Baptista – Sant Rafel – San Antoni Abat.
Ya en nuestro punto de partida, Eivissa, haremos un recorrido por Dalt Vila para disfrutar de su casco antiguo amurallado, pintoresco conjunto de empinadas y estrechas callejuelas, donde se encuentran construcciones nobles de los siglos XVI al XVIII. No debemos dejar de visitar la catedral, la puerta de ses Taules y la iglesia de Santo Domingo, con sus llamativas cúpulas de azulejos.
Continuamos rumbo a Las Salinas, uno de los espacios de especial protección en la isla, la sal fue durante siglos una de las principales fuentes de riqueza, que ya explotaban desde la época púnica. Otro gran reclamo turístico es la localidad de Santa Eulalia de Riu, que además conserva su iglesia parroquial del XVIII y el Puig de Missa, ejemplar conjunto típico de la isla.
En Portinatx, además de los espectaculares acantilados y la conocida cala Xarraca, también podemos visitar el yacimiento arqueológico de Cova de Culleram. El Sant Llorenç de Baptista encontraremos uno de los conjuntos más sorprendentes, compuesto de pequeñas edificaciones de formas cúbicas.
Para concluir nuestro periplo: San Miquel de Balansant y San Antoni Abat, ambas con edificios religiosos del siglo XIV. No obstante, y como refresco, no quedaría completa nuestra visita sin aproximarnos a disfrutar de las calas entre pinares de Cala Salada, Cala Gració o Cala Bassa, rodeada de un sorprendente bosque de sabinas.
¡Buen blog! Nos encanta