Palmeras cuajadas de dátiles o construcciones futuristas en medio del desierto. ¿Espejismos? La verdad es que no. Son algunas de las sorpresas que ofrece el sur de Túnez.
Ningún espejismo es capaz de generar tantas efímeras bellezas como la pura realidad de Túnez. La capital de este espectacular paisaje es Tozeur. Situada en el mayor de los oasis tunecinos, es una de las ciudades con más encanto del país. Este lugar, presidido por la arena y el agua, hace desaparecer el horizonte para dar paso a tres desiertos entremezclados.
Rumbo a la aventura
Desde Tozeur y Douz pueden emprenderse numerosas excursiones a cual más apasionante. Una de las inevitables es hacer la ruta que cubre el trayecto entre Tozeur y Kebili. Una llanura blanca, brillante e infinita, interrumpida solo por la carretera que se pierde en el horizonte. Todo ello constituye una visión onírica con los cristales de sal, que forman brillantes reflejos azules, blancos y verdosos.
Otro recorrido habitual es el que lleva a los oasis de montaña de Chebika, Tamerza y Midès, casi en la frontera con Argelia. Estas tres poblaciones, construidas originariamente por los romanos como sistema defensivo, deben su actual aspecto fantasmal a una catástrofe natural. En 1969, fuertes lluvias torrenciales devastaron muchas de las casas de barro construidas sobre las colinas. Por este motivo, sus habitantes se desplazaron a las zonas menos elevadas para construir de nuevo sus viviendas en piedra. Hoy el casco viejo de estas poblaciones tiene un aspecto fascinante.
Oasis de montaña en Túnez
El tren, los oasis de montaña y otros lugares de Túnez fueron los decorados elegidos para muchas de las escenas de la película El paciente inglés de Anthony Minghella. Aunque no fue el único que se aprovecho de los escenarios del país. La Guerra de las galaxias también se rodó aquí. Y como no hablar de En busca del arca Perdida o Piratas del Caribe.
En Chebika vale la pena acercarse a su pintoresco manantial con un pequeño palmeral y una cascada alimentada por pequeños arroyos serranos subterráneos. Aquí se cultivan, sorprendentemente, albaricoques, melocotones, granadas, cítricos y plátanos en un terreno totalmente árido. Incluso tabaco a la sombra de las palmeras. Las casas abandonadas y las ruinas de la antigua Tamerza conservan su aspecto misterioso y ofrecen una visión imponente al atardecer. Por la noche se organizan cenas a la luz de miles de velas realmente espectaculares.
Una cena beduina en Túnez
No se puede abandonar el sur de Túnez sin haber disfrutado la hospitalidad y la originalidad de una cena beduina. Aunque muchas de ellas tienen un cierto tufillo turístico, vale la pena cumplir el rito. Uno de los ingredientes imprescindibles es la harissa, una parta tradicional bereber de guindilla, ajo, tomate concentrado y aceite de oliva, que está presente en todos los platos. Dicen que abre el apetito y que refuerza y desinfecta el organismo, incluido el aparato respiratorio. Se sirve a veces con pequeños pedazos de atún y aceitunas.
El plato tradicional en el desierto es el cordero asado en un cántaro de barro a la manera del sur, que se acompaña con ensaladas de tomate, cebolla, pepino, pimiento y ajo y, naturalmente, con el delicioso Jobz el Mella, pan cocido bajo la arena del desierto. Además puede haber mirmiz -un picante guiso de cordero con judías blancas-,y el kabkabu -otro guiso, con pescado, alcaparras, aceitunas, tomate y cebolla-. Por supuesto de postre dátiles y para rematar la comida, nada como saborear sin prisas un narguile o pipa de agua con tabaco de distintos sabores.
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