El veraneo ha evolucionado mucho en nuestro país. Pasar las vacaciones de verano de una forma u otra depende de la situación familiar. Hay un cambio evolutivo de las necesidades turísticas. Mientras que las familias unidas suelen viajar juntas durante la parte más importante de las vacaciones, los divorciados han de hacer “dobles planes”: uno para los hijos menores de edad y otro para cuando no estén con ellos.
Cómo es el “doble verano” de los divorciados depende de lo bien avenidos que estén los “ex” tras su ruptura. Pero siempre será un “doble verano”, porque hay un cambio evolutivo en las necesidades turísticas. El veraneo se ha complicado igual que la familia española se ha vuelto más compleja. Se afronta de forma distinta cuando la pareja ha vivido el divorcio con hijos. Cada uno de los excónyuges pasa un tiempo vacacional con los niños y un tiempo sin ellos, viajando a solas, con amistades o con sus nuevas parejas.
Simplificando un poco, se podría decir que el padre y la madre divorciados optan por el turismo nacional cuando les toca estar con los niños, pues buscan un entorno adecuado para sus hijos, y tienden al turismo internacional, o al nacional más alejado de su residencia habitual, cuando la otra parte de sus vacaciones la pasan sin ellos. Dos “veranos” en uno.
Además, el turismo está mejor organizado y es más sostenible y asequible. Ello permite que cada vez sean más las personas que viajan todo el año buscando experiencias nuevas.
España y el extranjero
Esto se debe, en parte, a la complicación de tener que contar con el acuerdo del “ex” o de la “ex” para sacar fuera de España a los hijos menores tenidos en común, lo que no suele hacer demasiada gracia a la antigua “media naranja”.
También se debe a la tranquilidad que supone, para el padre o la madre que los tiene a su cargo, el saber que, en caso de complicaciones imprevistas, en el territorio español tienen más recursos y más personas a las que pedir ayuda que si se tratase de una emergencia en el extranjero.
Cambio evolutivo: los “Rodríguez”
Pero hagamos un poco de historia. Primero, fueron los “Rodríguez”: padres de familia que se quedaban solos en la capital, trabajando todo el verano al estar pluriempleados, mientras mandaban a toda la familia a la playa.
Lo que tan “abnegados” maridos hicieran en ausencia de sus mujeres todos pueden imaginarlo. Hay mucha filmografía de aquello. ¿Recuerdan lo de “la canita al aire?”
Las suecas
Los veranos del desarrollismo de los años sesenta y setenta eran así, también marcados por la hipocresía social de un régimen moralista que imponía “recato y buenas maneras”, mientras permitía a las veraneantes suecas “lucir palmito” en bikini, e incluso en “top-less”. “Son extranjeras”, justificaban las autoridades- El turismo extranjero era la primera fuente de ingresos para España y no había que estropearlo. Pero “Spain is diferent”.
Los “Rodríguez” pasaron a la historia, como tantos otros iconos de la España predemocrática, y dejaron de existir desde el “minuto uno” de la Transición, y casi con la primera la Ley del Divorcio, de Francisco Fernández Ordóñez.
Divorcio: ni “Rodríguez” ni “Gutiérrez”
Algo de aquella mentalidad colectiva del pasado persistía aún, cuando la primera Ley de Divorcio se aprobó el 7 de julio de 1981 y hasta dos meses después, 7 septiembre, no se interpuso la primera demanda de divorcio. Había miedo a quedar señalado por ello y ese temor tenía base.
La primera demandante de divorcio en la nueva etapa democrática de España fue una mujer, Julia Ibars. Una esposa que no quería “un Rodríguez” junto a ella. O, mejor dicho, “un Gutiérrez”, pues éste era el apellido de Vidal, su hasta entonces marido. Julia sufrió un “estigma social”, como si de una “pobre desgraciada” se tratase. Como si de la ruptura que había pedido saliera perdiendo ella.
Septiembre y “divorcio express”
Tradicionalmente, septiembre ha sido el mes con más demandas de separación, divorcio y nulidad matrimonial en España, salvo en el bienio 2020-2021, por Covid y la crisis económica que ha provocado.
Se achaca este fenómeno a que es el primer mes hábil en los juzgados, tras el “parón” vacacional de agosto, y que en verano ya no hay “Rodríguez” que valga. La convivencia familiar es más intensa y surgen desavenencias en el “día a día”, hasta que saltan chispas, y uno de los cónyuges dice que “basta”, o lo dicen los dos.
Que el divorcio sea o no de mutuo acuerdo dependerá de las circunstancias. Pero si ambos cónyuges aspirantes a “ex” se avienen a razones, de manera civilizada, pueden recurrir al divorcio express. Esta modalidad es más rápida, menos traumática y más barata.
El “divorcio express” está normalizado en España. Tanto, que algunas personas se han divorciado varias veces y tienen hijos con diferentes parejas.