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El cincel de Rubén y Adrián Navarro. Cerámica de Cuenca

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En la Plaza Mayor de Cuenca cientos vasijas se amontonan en un recoleto rincón. Es la tienda de Adrián Navarro. En la ciudad de las casas colgadas, este nombre no necesita ningún tipo presentación. Pues el maestro alfar, nacido en El Provencio, es uno los artesanos más insignes.

Navarro desprende esa humildad que sólo tienen los grandes. El que ha mostrado su obra por España, Italia, Francia y Portugal, entre otros países, no está hecho para los trabajos industriales. Y ofertas no le han dejado de llegar. Atrás queda su proceso de aprendizaje en la Escuela de San José y aquella beca en la Escuela de Manises; y la etapa de Ibiza, en la que se empapó de las técnicas de la cerámica de allí; y aquellas tentativas de Estados Unidos para surtir a una cadena de artesanía. Pero Adrián rechazó y prefirió instalarse en Cuenca. Sus piezas no son en serie. Cada una requiere sus mimos y cuidados. El modela el barro, pero lo transforma completamente con barnices, engobes, óxidos y esmaltes. Sus formas estilizadas no son, para nada, industriales.

Cerámica de Cuenca
Cerámica de Cuenca

La llegada a la ciudad de Las Casas Colgadas en 1976, supondrá un hito en su vida y en el de la cerámica conquense. Aquí se hará famosa una de sus piezas más renombradas: el toro, pues consigue unir, una a otra, un total de dieciséis piezas, desde los cuernos hasta las patas. En todas sus creaciones hay una referencia constante a la mitología clásica, al arte picassiano y al rupestre.

De tal palo…
Pero si el nombre de Adrián es popular en toda Cuenca, el de su hijo, Rubén, también comienza a resonar con fuerza. No es difícil imaginarse a un pequeño colegial correteando entre tornos, barros y cinceles. Tampoco es nada descabellado pensar que ya con once años ayudaba a su padre en el taller. Desde entonces Rubén Navarro se ha empapado de las técnicas tradicionales de la cerámica conquense, que le enseñó su padre, de la cerámica del propio Adrián, que ha supuesto una revolución para la historia de la alfarería de Cuenca y también, ha tenido la oportunidad de aprender e intercambiar experiencias a través de sus estudios de la Escuela de Manises. Mezcolanzas de estilos que le han servido para crear uno propio, una impronta personal que le ha permitido enriquecer su trabajo.

La alfarería conquense
La alfarería conquense cuenta desde tiempos inmemoriables con gran importancia, gracias a la calidad de las arcillas y al buen hacer de sus artesanos. Además de elaborar piezas útiles para recoger el agua (vasijas, jarras o ánforas), se trabajaba con gran éxito el vidriado, presentando una amplia gama de tonos anaranjados, verdes y marrones.

El fuero de Cuenca recoge ya que existía el oficio de ollero y cómo estos maestros se instalaron durante siglos en una parte de la ciudad, denominado el barrio de Las Ollerías. Hoy día, la vieja cerámica tradicional, convive con otros estilos más novedosos.

Adrián Navarro. C/ Pilares, 7 (Plaza Mayor)

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