Durante la prehistoria y la historia del Oriente Medio no hubo civilización que no disfrutó de la belleza de Palestina, el país de la leche y la miel. Cada civilización que pobló estas tierras, antes de ser derrotada por los enemigos más feroces, dejaron en ella su impronta cultural, histórica y monumental.
1° dia: Tel Aviv Ben Gurion Airport – Nablus
Las civilizaciones pasadas y presentes serán el hilo conductor de nuestro viaje, que empieza con la llegada a Nablus, una de las ciudades símbolo de esta tierra, a la vez tan disputada y tan importante para nuestra civilización.
Nablus, también conocida como la “pequeña Damasco” -nombre que se le atribuyó por su elegancia y por su carácter comercial, ya que era (y sigue siendo) centro neurálgico para los comerciantes de aceite, jabón, especias y algodón –alcanzó su máximo esplendor en los siglos XVIII y XIX, bajo la dominación otomana–.
Con las recientes reformas que tuvieron lugar después de los conflictos de la segunda intifada (2000-2005) –periodo en el que la ciudad fue el centro de las revueltas contra la ocupación– se han podido subsanar, en parte, los daños causados durante los conflictos. La ciudad ha retomado su antiguo papel de gran centro cultural y económico de Palestina.
Decidimos pasar nuestra primera noche en el Jaffa Cultural Center, en el Balata Refugees Camp. Después de una cálida bienvenida, saboreamos la primera excelencia gastronómica de nuestro viaje: el maflouf (plato típico palestino a base de rollitos de arroz y carne con varias especias, cocidos en salsa y enrollados en hojas de col). Después de la cena asistimos al maravilloso espectáculo de baile tradicional, la dabka en su alegre versión palestina, guiado por la bella Halima. Finalmente, vamos a descansar en el relajante silencio de nuestra guest house.
2° día: Nablus, capital económica de Palestina
Al día siguiente, nuestra guía, Rua Haj Ahmad, nos lleva al centro arqueológico de Tell Balata (1600 a.C.), donde nos hace revivir la historia de la antigua civilización cananea que pobló la zona este del Mediterráneo. La leyenda popular cuenta cuenta que fueron los Israelíes, guiados por el personaje bíblico Josué, a ocupar los territorios en 1200 a.C. y a empezar la dominación. Los rasgos de este periodo histórico están simbolizados por la tumba de José y el pozo de padre Jacobo.
Con un salto de nueve siglos se llega a la época romana, de la cual son testigos unos interesantes monumentos como el teatro, el mausoleo y el hipódromo. El recorrido histórico sigue con los templos antiguos, que los Francos convirtieron en iglesias románicas y que, posteriormente, fueron convertidos en mezquitas por Salah al-Din tras la conquista de Jerusalén. La maravillosa iglesia bizantina, el antiguo caravanserai, el hammam y los palacios otomanos del centro histórico nos acompañan hasta los episodios de la nakba (la derrota), a las recientes intifadas y a la restauración.
Nuestra visita hace una parada en el puesto del divertido cocinero Rashad, que nos deleita con una excelencia gastronómica local, la kunafeh. Se trata de un postre típico con queso, sirope de azúcar y flores de naranja. No se puede decir que la kunafeh sea común a todo Oriente Medio: aquí es toda una tradición compartida.
Después de la deliciosa comida nos dirigimos a la tienda de jabones Tucan donde el responsable, después de enseñarnos el ciclo productivo del establecimiento, nos presenta a Nadir, su colaborador de confianza, rodeado de torres de jabones. Hablandonos de su incansable trabajo Nadir aprovecha para hacer un comentario: “En este mundo globalizado, mientas nosotros los palestinos no podamos gestionar nuestras fronteras no vamos a poder ser competitivos y solo podremos comerciar en nuestro interior. Si no hay producción a gran escala no puede haber inversiones!”. La opinión de Nadir, entre otras cosas, forma parte de una actitud realística común entre muchos palestinos.
Antes de partir por la siguiente etapa de nuestro viaje, visitamos el Barrio de los Samaritanos, situado en las primeras estribaciones del monte sagrado Gerizim. Aquí Rabbi Benny nos cuenta la historia de esta minoría judía, que sigue las reglas del libro bíblico Pentateuco. Los samaritanos fueron peseguidos durante muchos años por los bizantinos, los cruzados y los musulmanes.
3° día: de la antigua Sabastya hasta Deir Ghassaneh, centro administrativo y también de los santuarios Sufi
Después haber pasado la noche en un hotel de Nablus y haber saboreado un excelente zarb (plato típico a base de pollo y arroz con verduras de temporada y especias, cocido debajo de la arena), la mañana siguiente salimos para Sebastya. La simpática bienvenida de las mujeres de la Women Association en su elegante sede, acompañada por un buenísimo café, nos prepara a la visita del del sitio romano. Las mujeres nos hacen revivir la vida de la ciudad antigua, paseando por las callejas, la iglesia, el estadio, el anfiteatro y la magnífica torre helénica del tiempo de Alejandro Magno.
La ciudad de Sebastya tiene una história turbulenta: empezó como capital de Palestina, luego fue destruida por los macabeos, reconstruida por los romanos, incendiada por los judíos opresores y reconstruida otra vez por los romanos y, finalmente, remodelada por los bizantinos.
Cada civilización que puso pie en esta ciudad dejó su impronta. De la época de las Cruzadas, por ejemplo, podemos apreciar los restos de una antigua iglesia-fortaleza, construida encima de una iglesia bizantina y luego convertida por los Otomanos en la mezquita de Nabi Yahya. Antes de dejar el pueblo, nuestras guías nos llevan por un camino a través de los santuarios Suffi, que acaba con la cocción del clásico taboon, el pan árabe que nos acompañará durante todo nuestro viaje
Al final de la mañana nos dirigimos hacia el pueblo de Deir Ghassaneh, el cual forma parte del ayuntamiento de Bani Zeit. Este es el nombre de una tribu beduina que llegó desde Saudi Arabia en el siglo XI. Estas tierras le fueron regaladas por parte de Salah Al-Din, como premio de su participación a la conquista de Jerusalén. Entre los varios clanes que poblaban este pueblo, se conoce sobre todo el clan de Al-Barghouti, que recibió el honor de gestionar el “Throne Village” (recaudar impuestos, aplicar la ley y administrar la justicia) de Deir Ghassaneh por parte de los otomanos.
El gran palacio de la familia real, construido en 1602 y renovado posteriormente por Salih Al-Barghouti, es la joya del centro histórico y hoy en día alberga unas Públicas Administraciones, el Grupo de Música y Danzas Al-Kamandjati y la Deir Ghassaneh Women Charity.
La responsable de la asociación nos cuenta la história del palacio, del museo de la cultura local palestina y nos muestra la técnica de producción de la zaa’tar (una famosa mezcla de especias). Luego nos acompaña en una visita a los pequeños santuarios místicos Sufi: Shaikh Khaled, Al-Maidhoub y Al-Khawwass.
Pasamos la noche en la guest-house del pueblo Aboud, donde aprendemos a cocinar uno de los platos típicos más ricos, el shushbarak, hecho con trozos de carne de cordero, almendras, especias y ajo todos cocidos en yogur y servido en una cama de arroz
4° día: desde Aboud, ciudad de las flores, hasta Ramallah, la versión moderna de Palestina
Por la mañana encontramos la asociación Barbara Women Society, cuyo nombre viene de la Santa del pueblo. Barbara vivió en el IV siglo d.C. y, tras convertirse al Cristianismo y se refugió en la cuevas de los alrededores de Aboud para huir del su padre que la amenazaba por su conversión. En su honor construyeron un monasterio y cada año el 17 de diciembre se celebra su memoria y se consuma un dulce típico, el bourbara. El grupo nos invita a preparar la tarta agridulce mutabbak hecha de ricotta y hojaldre y cubierta de sirope de azúcar y limon.
Aboud (2500 habitantes) es una comunidad única en su género, compuesta por el 50% de musulmanes, un 25% de otrodoxos y un 25% de católicos que conviven y colaboran en paz y armonía. Pasear por sus callejas da la impresión de vivir en una burbuja de paz, lejo de conflictos, guerras y pobreza.
Los puntos de interés son notables: la antigua iglesia-joya dedicada a Maria Theotokos, el productor de vino tinto y blanco de calidad, los murales que decoran algunas de las casas del centro histórico, el pequeño santuario dedicado a Santa Barbara, las cuevas de los Eremitas y el paseo de la Lemon Valley con su estupenda flora vegetal.
El camino nos lleva a Ramallah, capital de Palestina: es una ciudad moderna y caótica, con muchas tiendas locales e internacionales, una vida nocturna de conciertos, danzas, representaciones teatrales y cinematográficas. Hay también muchos albergues y restaurantes. Uno de los más conocidos, el Darna, nos ha sorprendido con su interpretación moderna de los platos de la tradición palestina.
En Ramallah visitamos el museo de la artesanía local (elección casi obligada) y el barrio de Dair Al-Lateen Street, recuerdo de la Belle Epoque cuando la ciudad solo era un sitio de vacaciones. Luego, para homenajear a nuestras guías, visitamos el Mausoleo de Yasser Arafar, cerca del barrio Al-Muqata, que sufrió el bombardeo israelí en 2002 durante la segunda Intifada.
Por la tarde nos movemos a Jerusalén, donde nos espera el plato típico maqlubeh: arroz enriquecido con pollo, verduras fritas e innumerables especias, cocido en una olla que al final de la cocción se vuelca en un gran plato para que el preparado mantenga la forma de tarta, a la espera del ataque de los tenedores!
6° y 7° día: Jerusalén, capital de la convivencia
En estos días nuestro grupo se ha dividido un poco, y solo compartimos el peregrinaje a los sitios religiosos más importantes de la zona: el Monte de los Olivos, Calle Dolorosa, el Jardín de los Getsemani, Iglesia S. Sepulcro y Golgota y el Cenáculo de matriz cristiana; la Mezquita de Al-Aqsa y el Duomo de la Roca de matriz islámica; el Western Wall, la tumba de Davide, la Sinagoga de Ramban y la Ciudad de Davide de matriz judía.
Jerusalén es una mezcla de temas y constrastes históricos, artísticos, religiosos y espirituales. Es una ciudad de paz interior, que choca con las patrullas israelíes que vigilan la ciudad. Se visita bien en pequeños grupos y también solos, para dejarse llevar por la intuición.
No es una sorpresa, entonces, que el grupo se divida y se disperse entre las callejas de la ciudad Sagrada, para dejarse llevar sus instintos y luego reunirse para contarse las experiencias vividas durante el día, las reflexiones y las fotos.
8° día: regreso a casa
Ha llegado el momento de volver, sin embargo, son tantas las emociones y las sensaciones que hemos experimentado y que quedarán para siempre grabadas en nuestra memoria.
Ha sido un viaje espiritualmente importante. Cada lugar, encuentro y experiencia ha tocado esferas distintas dentro de nosotros y ha suscitado preguntas, juicios y disparidad de opiniones. Sobre todo, nos ha hecho indagar en nuestras convicciones, que nos han sorprendido y que estaban ocultas.
Nico Bocchiotti: main@welcome2village.com
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