Cuenta la leyenda que, de entre todos los lugares del Mediterráneo donde Afrodita, la diosa más querida del Olimpo, pudo elegir para tentar a los hombres, fue Chipre el elegido. Tenía todo lo que la diosa del amor, la belleza y la fertilidad podía pedir: un mar transparente, una naturaleza virgen, unas gentes familiarizadas con las aventuras terrenales de los dioses…
Milenios después y en pleno siglo XXI, la isla más oriental del Mare Nostrum, la tercera más grande, la única dividida en dos naciones, está llena de lugares que rememoran el paso de la diosa. En medio del tramo más bello del litoral de Chipre entre Pafos y Limasol, se encuentra la Roca de Afrodita, el punto exacto donde la diosa emergió de las aguas en una concha tirada por delfines.
Próxima a una playa con guijarros, en invierno apenas se acerca hasta ella un pescador solitario que busca un pez despistado. Pero en primavera y verano, el lugar se llena de grupos de turistas que fotografían incansables las tres míticas rocas. Además, a lo largo de todo el año, mujeres infértiles o solitarias atan lazos en un matorral, confiando en que Afrodita solucione su problema. Los más atrevidos dan una o varias vueltas nadando alrededor de la roca, creyendo que así rejuvenecerán un año por cada vuelta.
Visitantes ilustres
Si uno cree en la presencia de dioses y héroes del Olimpo, no puede dudar de la de otros ilustres visitantes, haya o no pruebas de ello. Como Santa Elena, la madre del emperador Constantino, que se trajo “por error” porque creía que estaba en Grecia, un pedazo del lignum crucis, que se venera en la iglesia de la Santa Cruz, en el pintoresco pueblo de Lefkara.
Se comenta que también fue visitado por el mismísimo Leonardo da Vinci en 1481 para encargar un mantel de encaje para el altar del Duomo de Milán donde aún se encuentra y, de paso, diseñar un dibujo de encaje que casi todas las habitantes de la villa se afanan en reproducir para venderlo a los turistas.
Hasta este paraje llegó también Ricardo Corazón de León para rescatar a su hermana y a su prometida, y otros ilustres como San Pablo, San Lázaro, San Antonio y un largo etcétera que tienen sus respectivas iglesias a lo largo y ancho de Chipre. Y muchas de esas iglesias, en su mayoría bizantinas y consagradas al rito ortodoxo, son algunas de las maravillas que pueden descubrirse en la isla. No en vano se ha llamado a Chipre “la isla de los santos”.
En su interior se esconden muchas de estas pequeñas iglesias bizantinas, auténticos tesoros por sus pinturas e iconos. Diez de ellas han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y aunque cada una es diferente, todas siguen un cierto canon ortodoxo y se dividen según un orden teológico. La cúpula simboliza el Cielo, presidido por la imagen de Cristo pantocrátor y, debajo, escenas del Nuevo Testamento.
Tal vez una de las más bellas, que bien podría se calificada como “la capilla Sextina chipriota”, es la de Agios Nikolaos tis Stegis (San Nicolás del Tejado) con un curioso tejado doble que le da nombre. Su estructura original es del siglo XI y en su interior, totalmente recubierto de imágenes, están algunas de las pinturas más antiguas de toda la región de Troodos.
Contrastes muy concentrados
Chipre ofrece numerosos contrastes en muy poca distancia. En lo histórico y arquitectónico se pasa de las ruinas de antiguas ciudades griegas y romanas como Pafos o Salamina con restos de templos, basílicas, termas, palestras y palacios. Junto a ellos, destacan buenos ejemplos de pintura colonial como el Museo de la Fundación Pierides en Lárnaca, un buen escaparate de la historia de la isla desde el período neolítico a la Edad Media. Todo esto pasando, claro está, por la arquitectura medieval, como las catedrales y los anillos defensivos de Famagusta y Nicosia.
Chipre es también tierra de contrastes en su orografía y naturaleza. En apenas unas horas, se puede pasar del litoral con bonitas y cuidadas playas como las de Makronisos. Además, otras que se encuentran en la bahía de Famagusta y en la península de Afamas, el paisaje agreste de la península de Karpas o los bosques de pinos y cedros del macizo volcánico de Troodos embellecen un lugar digno de ver.
Qué comer en Chipre
Y ya que hablamos de contrastes, un breve repaso a la gastronomía de Chipre permite apreciar que también en este aspecto existen diferencias. La cocina chipriota es una mezcla de las cocinas griega y turca con algunas influencias británicas. Casi todas las comidas suelen empezar, y a veces también terminar, con el meze, una selección de aperitivos y platos que incluye aceitunas, berenjenas, alcaparras o, incluso, pimientos fritos. Todo un conjunto de manjares que suelen acompañarse con la rica cerveza local y algunos vinos aceptables.
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