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Cabo Tiñoso. Altos escarpes y coloridos fondos

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Acantilados verticales a lo largo de seis millas de costa. Arenosos fondos ricos en praderas de posidonio oceánica que llegan a alcanzar los sesenta metros de profundidad. Aguas templadas con alta visibilidad durante todo el año, bien oxigenadas y con elevada concentración de sal. Una estratégica localización, en la confluencia de dos bahías de aguas resguardadas de los habituales vientos de levante, ha hecho de Cabo Tiñoso una de las zonas más excepcionales del Mediterráneo español, hoy día, casi intacta gracias a su inaccesibilidad.

El escarpado Cabo Tiñoso es, desde hace varios milenios, un lugar estratégico, aunque las razones difieran a lo largo de los años. Ubicado en el sudeste de la Península Ibérica, en la provincia de Murcia, entre Cartagena y Mazarrón, ha pervivido esta zona cuyas costas se caracterizan por desarrollarse sobre cantiles verticales de considerable altura y suelos muy deleznables, producto de la intensa dinámica de las aguas torrenciales que han dado lugar a innumerables ramblas y barrancos.

A pesar de ello, desde los tiempos de los indígenas íberos, estas costas han tenido un incalculable valor frente a las invasiones extranjeras debido a su excelente localización estratégica. Y, sin embargo, esto no impidió que llegaran hasta ella conquistadores cartagineses, romanos, árabes y cristianos, que, a lo largo de la historia, han dejado visibles huellas de su paso en forma de atalayas de observación a lo largo de toda la costa.

Hoy día, no obstante, la dificultad del acceso se puede comprobar en la gran diversidad y abundancia de especies que presenta el medio submarino, casi intocado. De hecho, en la zona intermareal, la abundancia de algas y algunos moluscos gasterópodos, crustáceos y cnidarios expresa, someramente, la pureza de las aguas. Diseminados por todo el fondo, aparecen bloques de rocas amontonadas, resultado de desprendimientos y modelados del paisaje que tiene continuación bajo el agua, pues toda la zona es una muestra de cuevas y túneles submarinos. Las más conocidas son la Cueva del Lago, la Cueva de la Herradura y la Cueva de la Virgen, todas ellas de una espectacular belleza y al alcance de cualquier buceador. Algunos organismos utilizan cuevas y túneles para alejarse de la luz.

buceo

Otros, se esconden durante el día entre los bloques para abandonarlos cuando se pone el sol. Numerosos meros, que pueden alcanzar tamaños considerables, se protegen frente a alguna de las entradas de su guarida, aunque su curiosidad, mucho más fuerte, les invita a abandonar su refugio durante segundos. La abundancia de estos peces ha permitido, durante mucho tiempo, la pesca deportiva con arpón, incluso, celebrando diversos campeonatos, aunque, ahora, se intenta preservar estos fondos.

Multitud de morenas y congrios, muchas veces compartiendo cobijo, esperan también el anochecer para salir de caza, junto a invertebrados carroñeros como las ofiuras o las quisquillas.

Otros invertebrados, poderosos cazadores, también esperan su hora de comer, mientras los diminutos pólipos se esconden de la luz directa, extendiendo sus tentáculos al anochecer y cubriendo la superficie de las rocas de venenosos tapices coloreados. Otras especies prefieren la luz del día. Sargos, mojarras, salpas y lábridos recorren incesantemente el fondo en busca de alimento y, al anochecer, se adormecen, buscando la protección de las rocas.

Preciosos metales
A la costa se acercan, eventualmente, otras especies de carácter pelágico, como las serviolas, las barracudas o los peces luna, siempre en busca de nuevas fuentes de alimento. En ocasiones, se han avistado, sorprendentemente, otras especies menos comunes como algún majarro o algún marlín.

Pero la especie que ha dado fama a esta zona ha sido el atún, que frecuenta Cabo Tiñoso en sus largos recorridos y ha dado lugar a la instalación, en puntos cercanos, de almadrabas para la captura de este pescado. Compañías atuneras han instalado, recientemente, jaulas para el engorde de jóvenes, buscando otras alternativas a los inconvenientes de dichas redes (pesca poco selectiva, sobre todo) y la competencia pesquera, siempre importante fuente de ingresos para los pueblos de los alrededores.

En otras épocas, sin embargo, la economía se basaba en el comercio de los metales, pues esta comarca era rica en minas de metales diversos que ya explotaban los romanos. Plata, hierro, cobre y, sobre todo, alumbre, que exportaban al norte de Europa como sustancia para teñir, eran los principales recursos y el medio de vida durante muchos siglos. Cuando las minas comenzaron a agotarse, los habitantes se quedaron sin trabajo y se vieron obligados a emigrar a otros puntos del país. La comarca inició, así, un periodo de decadencia del que no se recuperó hasta que la agricultura se constituyó en el principal medio de vida. Actualmente, la provincia de Murcia es famosa por su huerta y productos como el tomate se exportan a varios países de europeos.

Desde las cumbres de Cabo Tiñoso, cuando el plástico refleja el sol, se hacen visibles los invernaderos semejándose a un mar artificial que engaña a la vista frente al verdadero mar. Por fortuna, este aún conserva, aquí, una buena representación del ecosistema más productivo del mar Mediterráneo. La fanerógama Posidonia oceánica se manifiesta en todos los lugares de inmersión habituales y condiciona la diversidad en estas costas.

La abundancia de especies que depositan sus puestas entre las hojas da lugar a una gran densidad de alevines que atraen a otras especies en busca de alimento. La propia pradera atrae a especies herbívoras que ramonean entre hojas, constituyendo, en conjunto, un ecosistema estable y muy productivo, que, además, produce una parte importante del oxígeno disuelto en el agua. En apariencia, es un fondo desierto, del cual surge la vida cuando se observa atentamente. Pulpos, morenas, peces pavo, doncellas, pepinos de mar, cangrejos ermitaños, castañuelas y todo tipo de espáridos son habitantes habituales.

Mas, el aumento de actividades humanas en toda la costa, pone en peligro la supervivencia de un ecosistema que se ve relegado, poco a poco, a zonas más inaccesibles. Por ello, a medida que aumenta la profundidad y disminuye la intensidad de luz, la pradera deja paso a fondos rocosos y arenosos.

Los primeros, por su gran variedad de hábitats, presentan una mayor diversidad biológica. Los segundos, cuentan con organismos altamente especializados, como diferentes especies de peces planos y peces araña, vistosas pennátulas o plumas de mar, torpedos, tembladeras y, con un poco de suerte y algo más de profundidad, algún rape a la espera de presas.

Hundidas reliquias
No son sólo fauna y flora lo que se ocultan bajo el agua. Se han encontrado innumerables restos arqueológicos en todos los puntos de la costa, pues Cabo Tiñoso ha sido confluencia de todas las vías comerciales importantes a lo largo de la historia. Primero, naves fenicias y griegas; romanas y cartaginesas, después, han surcado estas costas, convirtiendo Murcia en una frontera de culturas que han dejado parte de sus huellas en el fondo del mar.

Monedas, vasijas e incontables restos de aquellos barcos han servido para estudiar aquellos pueblos. La mayoría de estas reliquias permanecen en el museo de Cartagena, curiosamente, ciudad de donde salieron o hacia la que se dirigían. Los que no están allí, aún reposan en las profundidades y no es extraño encontrar, en alguna inmersión, restos de cerámicas o algún rezón milenario.

Y si los fondos mantienen su aspecto casi original, a lo largo de todos esos siglos, la costa tampoco ha cambiado apenas. Desde hace miles de años, el clima sigue siendo el mismo. Las temperaturas se mantienen suaves en invierno y cálidas en verano, con muy pocas lluvias, dando lugar a una de las tierras más áridas de Europa y a ecosistema único y muy singular. La vegetación, adaptada a esas condiciones extremas, es abundante en gramíneas y matorrales bajos, siendo típicos el esparto, el romero, el tomillo, la boja, el lentisco y el palmito. La fauna se puebla de perdices, codornices, zorros, conejos y liebres, albergando también especies endémicas como el camachuelo trompetero y la alondra de Dupont.

Mientras, en los inaccesibles cantiles, construyen sus nidos el abejaruco y la paloma zurita, mudos testigos del vuelo del halcón peregrino y el búho real. Fauna ajena a la riqueza y diversidad biológica que esconde el mar bajo ellos y que mantienen, sin saberlo, la misma lucha por la supervivencia que sus semejantes acuáticos, manteniendo, así, un paraje único en el litoral español.

(*) ZOEA es un centro científico de difusión e investigación del medio marino.

 

 

 

 

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