La zona central del sur de Francia, el Midi-Pyrenees, es rica en historia y leyendas. Del mismo modo, el arte y los paisajes tienen su hueco. Es tierra de herejías y vinos, de descubrimientos y tradiciones. Una tierra para perderse, para explorar, para descubrir con calma sus secretos.
La bastida más bella de Francia
En la Edad Media, hace 900 años, surgieron estas construcciones. Son pueblos amurallados que tenían un claro fin defensivo. En ocasiones surgían de los restos de antiguos pueblos, pero otras se enclavaban en medio de la nada en función de las necesidades del señor feudal. Por su organización, marcan una especie de edad dorada arquitectónica, con todas las calles cruzándose en ángulo recto en torno a una plaza central, la plaza del mercado.
Tal vez el pueblo-bastida más bello y más visitado de Francia sea Cordes-sur-Ciel, a 25 kilómetros de Albi, la capital de Tarn. Fue fundado en 1222 por el conde de Toulouse, que deseaba erigir un bastión contra los avances de las tropas enviadas desde el norte de Francia para acabar con los cátaros.
El pueblo se agrupa en torno a su promontorio rocoso semejando una madeja de piedra. En su época de mayor prosperidad llegó a tener 6.000 habitantes que trabajaban el cuero, tejían las telas y sedas y fabricaban cuerdas. Los más ricos construyeron sus casas burguesas de estilo gótico que todavía hoy son uno de los tesoros arquitectónicos más preciados.
Hoy Cordes-sur-Ciel es lugar de residencia y encuentro de los artistas y artesanos que dan fama y vida a la ciudad. Pintura, escultura, cerámica, pieles… se muestran en sus talleres y tiendas, repletos de conocimientos y auténticos talentos. Así, no es de extrañar que, pese a sus reducidas dimensiones, cuente con cinco museos dedicados a diversos artistas y técnicas artísticas y a cosas tan variopintas como el azúcar.
El desaparecido castillo de Castres
Poco queda, en efecto, del antiguo castillo de Castres, que jugó un papel fundamental dentro del movimiento cátaro. De hecho, Castres no conserva su castillo ni sus murallas. En el edificio del Palacio Episcopal del siglo XIV, actual sede del Ayuntamiento, tan solo se conserva, en su patio interior, una torre románica de la antigua abadía benedictina.
Pero no está de más una visita a Castres, ya no solo por su preponderante papel en la lucha anti cátara, sino por sus muchos encantos. A orillas del río Agout que la atraviesa, pueden disfrutarse antiguas casas colgadas sobre su curso o también sus bellas calles medievales de la vieja ciudad cátara. Además, aquí se encuentra, y resulta una sorpresa, el Museo de Arte Hispánico (Museo Goya), que fue engrandecido en 1894 cuando Marcel Briguiboul donó a la ciudad las numerosas obras de calidad que había reunido, entre ellas tres de Goya. El museo cuenta también con obras de Velázquez, Murillo, Ribera, Zurbarán, Sorolla y Picasso, entre otros.
En las cercanías, junto al pueblo La Rozier y cerca de Millau, están las Gargantas del Tarn, verdadero arte natural que el río Tarn ha ido labrando en la roca, y que puede visitarse por una serpenteante carretera junto al precipicio o por el mismo río en una embarcación, situado todo este hermoso paraje en el Parque Nacional de Alto Langedoc, en cuyo entorno se encuentra el Mirador Point Sublime con unas vistas que sobrecogen.
El palacio de Toulouse Lautrec
En la segunda mitad del siglo XIII, los obispos de Albi emprendieron la construcción del Palacio de la Berbie, en las proximidades de la catedral Sainte-Cécile y de las orillas del río Tarn. Esta arquitectura medieval, dotada de muros de altura y grosor extraordinarios, se organizó alrededor de un patio principal y del torreón. Los prelados que se sucedieron del Renacimiento al siglo XVIII lo transformaron y ampliaron en un palacio de recreo con salones de gala y espectaculares jardines a la francesa con soberbias vistas sobre el río y ambas orillas de la ciudad.
Situado en el corazón del centro histórico de la ciudad, el Palacio de la Berbie, declarado Monumento Histórico, constituye uno de los conjuntos episcopales mejor conservados de Francia. Desde 1922 el Palacio de la Berbie alberga el Museo Toulouse-Lautrec, con la mayor colección pública en el mundo dedicada a este famoso pintor.
El museo ha sido renovado y presenta la visión del artista a lo largo de su vida. La colección muestra sus obras de juventud, del mundo del espectáculo, del teatro y del café concierto. Hay más de mil obras, entre ellas 31 de sus famosos carteles, siendo la mayor colección pública en el mundo dedicada al pintor.
Ajos, pimentón y buenos vinos
La región de Tarn presume de su delicioso ajo rosa de Lautrec, tan delicioso que se come crudo, de su pimentón o de sus salazones. Además, los excelentes vinos de Gaillac son otro de sus puntos a favor. El área vinícola de la denominación Gaillac, que ocupa 2500 hectáreas, reagrupa en 73 municipios unos 130 viticultores y tres bodegas cooperativas que producen más de 125.000 hectolitros de Denominaciones de Origen Controlada.
En la zona hay varios castillos dedicados a la elaboración de vinos que admiten visitas y catas a los viajeros. Uno de los más recomendables es el Château de Saurs, una inmensa propiedad muy cuidada que también tiene una casa para alojar huéspedes por un precio moderado.
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