El párrafo de introducción sacado del artículo de Francisco de Paula Montells y Nadal sobre La Cueva de las Ventanas de Piñar pone de manifiesto el interés de las personas ilustradas de la época en la preservación y difusión del patrimonio cultural. Por desgracia, la grosera mano de la ignorancia y la codicia de buscadores clandestinos sin escrúpulos dejaron su huella a lo largo de más de siglo y medio hasta que, de nuevo, el patrimonio cultural ha vuelto a ser valorado y protegido.
El municipio de Píñar se encuentra en la llamada comarca de los Montes Orientales, en la provincia de Granada. Esta zona cuenta con un total de treinta y tres núcleos de población, agrupados en veintidós municipios, con una superficie total de 1.561 kilómetros cuadrados. Geográficamente, ocupa una larga y estrecha franja situada en el centro-norte de la provincia granadina, en el límite con Jaén y encaramada en la ladera meridional de las serranías subbéticas. Sus rasgos geológicos la configuran como una unidad bien diferenciada en la que predomina un paisaje suave, presentando una llanura levemente ondulada, aunque, en la zona más oriental, hay una serie de elevaciones que sobrepasan los 1.300 metros de altitud. La altura media de los núcleos de población se sitúa por encima de los novecientos metros, disfrutando de un clima continental con matices mediterráneos, con inviernos largos y fríos y una época estival corta, cálida y seca. El cultivo de cereales y girasol, junto al importante olivar, principal recurso económico de la zona, caracterizan el paisaje.
El pueblo de Píñar se asienta al pie de la última estribación montañosa de Sierra Arana. Coronando el más elevado escarpe rocoso y visible desde una gran distancia se alza el castillo árabe, construido en un punto estratégico para el control de las rutas de comunicación y defensa de las fronteras. En la serranía, se localizan numerosas cuevas y simas, destacando por su importancia para el estudio de los períodos Paleolítico y Neolítico, la Cueva de Carigüela que se abre en el mismo farallón rocoso que la de Las Ventanas y de la que dista, aproximadamente, unos quinientos metros.
De hecho, ya en 1850, Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, al referirse al término municipal de Píñar, menciona que «hay una cueva de gran magnitud y caprichosos adornos cristalinos que admiran los viajeros». Aunque no especifica ningún nombre, sin duda alguna se está refiriendo a la Cueva de las Ventanas. Posteriormente, en 1896, Puig y Larraz, al describir las cavidades de la comarca de Iznalloz, escribe: «Cueva de Píñar. Caverna de grandes dimensiones y muy vistosa por las numerosas estalactitas que contiene».
También, en 1954, el arqueólogo suizo J. Ch. Spahni realizó una visita de exploración, solicitando un permiso de excavación que le fue concedido ese mismo año. Sin embargo, al no encontrar los restos paleolíticos que buscaba, abandonó la Cueva de las Ventanas e inició excavaciones en la próxima de Carigüela. A los trabajos de Spahni en esta última, que incluyen el hallazgo de restos óseos del hombre de Neandhertal, siguieron los de numerosos investigadores tanto españoles como extranjeros (M. Pellicer, H.T. Irwin, M. Almagro, G. Vega) hasta llegar a la actualidad. Quizás sea, en este momento, cuando, debido a la importancia como yacimiento arqueológico y riqueza de materiales de la Cueva de Carigüela, la de Las Ventanas pasó a un segundo plano, siendo catalogada por los especialistas como una gruta en la que aparecían fragmentos cerámicos atribuibles al Neolítico. De este modo, la cavidad quedó durante muchos años como lugar de excursión y de exploraciones subterráneas dirigidas por grupos de espeleología. Por desgracia, los buscadores clandestinos y otras visitas incontroladas contribuyeron tanto al deterioro de la cavidad como al expolio sistemático de su riqueza arqueológica.
De sala en sala
La Cueva de las Ventanas, también conocida como Ventanilla y Cueva de la Campana, recibe su nombre por presentar tres bocas de acceso. Se localiza al este del pueblo de Píñar, a unos quinientos metros por la carretera que, atravesando el municipio, lleva a la pedanía de Bogarre, a una altitud media de mil metros sobre el nivel del mar (desarrollo de 1.040 metros; desnivel de ± 37,5 metros; y temperatura media de 13,1 grados). Su formación geológica se debe a una diaclasa que corre en dirección norte-sur. El agua ha jugado un importante papel en su formación y son evidentes los indicios de frecuentes reactivaciones hídricas que, en lo concerniente al hombre prehistórico, debieron de condicionar de forma importante su utilización.
Contando con estas características, se ha pretendido habilitar un recorrido de unos quinientos metros que, dada la escasa pendiente, se encuentra prácticamente libre de desniveles, salvo en los tramos en los que se hace indispensable la colocación de estructuras metálicas. De este modo, los caminos están perfectamente consolidados e iluminados, pudiendo realizarse un circuito subterráneo de gran interés y libre de posibles peligros.
El seguimiento arqueológico ha reforzado la hipótesis de partida de la gran importancia que esta cueva posee como yacimiento y lugar de ocupación del hombre prehistórico. Los materiales recuperados, tanto por la cantidad como por la calidad, han demandado para su estudio la formación de un equipo de investigación compuesto por más de treinta personas entre estudiantes e investigadores de distintas universidades españolas. No es difícil presumir que, dada su importancia, las investigaciones aún en curso permitirán considerar este yacimiento como clave para el estudio de la Prehistoria de la provincia y del sur peninsular. En cualquier caso, los primeros datos permiten deducir una primera ocupación realizada por parte de grandes carnívoros cuaternarios y, una posterior y prácticamente ininterrumpida, por el hombre desde el Paleolítico Superior hasta la actualidad.
En el primero de los casos, se ha determinado la presencia de restos paleontológicos pertenecientes a oso y a hiena. Los restos óseos recuperados de esta última especie, que podrían representar a un número mínimo de cinco individuos de diferentes edades, poseen una relevancia especial pues están acompañados por abundante material de las presas y carroñas que aportaban a la cueva (caballo, ciervo, toro salvaje) y por un elevado número – entre mil y dos mil – de coprolitos (excrementos fósiles). Este último dato permite afirmar, sin lugar a dudas, que existía un cubil de hienas dentro de la cavidad, hallazgo de gran importancia porque su análisis permite el conocimiento de los períodos de ocupación por medio de dataciones; el ecosistema existente en la época gracias a la analítica del polen presente en los coprolitos y la determinación de la especie concreta de hiena que ocupó la cueva. Del mismo modo, por el momento, no parece existir en la Península Ibérica otro yacimiento con un número tan elevado de coprolitos de hiena.
A partir de época histórica, parece que la cueva pierde su carácter funerario, ya que, aunque existe presencia de material hispano-romano (cerámica pintada y estampillada, terra sigillata, tégulas, lucerna), éste no permite saber, por el momento, con qué motivo se utilizó la cavidad. Mientras que las cerámicas medievales, recuperadas en gran cantidad, indican una utilización de la gruta desde época califal (siglos IX-X) hasta el final del reino nazarí de Granada (siglo XV), con una importante presencia de restos almohades. En este caso, su utilización podría fundamentarse en dos aspectos: de un lado, guardar el ganado y, de otro, como lugar de refugio en momentos de conflictos sociales y militares. Esto último se puede deducir tanto por el hallazgo de un tesorillo de monedas como por la aparición de cerámicas de mesa de calidad en un lugar tan inusual.
*José A. Riquelme Cantal es profesor de arqueología y director de excavación de la Cueva de las Ventanas en Píñar (Granada).
Desde Granada, por la N-323 hasta Iznalloz, donde parte la C-336 que, poco después, se desvía hacia el municipio de Píñar.
También por la N-342 hasta alcanzar el desvío de la carretera N-324, una vez pasado Diezma. Poco más allá, se encuentra la desviación a Moreda y, después, la C-336 hasta Píñar.
La Cueva de las Ventanas puede visitarse todos los días, de 10 a 19 horas , de mayo a octubre y de 11 a 17 horas, de octubre a mayo. La duración de la visita es de una hora con guía especializado. Precio.- 1000 pesetas. Incluye itinerario en tren desde el pueblo (centro de interpretación) a la cueva. Tel.- 958 39 47 25 (horario de apertura de cueva). Habilitado para minusválidos físicos.