La historia de esta ciudad nos dice que fue fundada hace más de 825 años por el Obispo Absalon, quien hizo construir un fuerte en el mismo lugar donde hoy se eleva el Castillo de Christiansborg, actual sede del Parlamento danés. Más tarde, el rey Christian IV la enriqueció sobremanera con hermosos palacios, castillos e iglesias. Como curiosidad basta decir que hoy en día la cuarta parte de la población danesa reside en Copenhague. La historia del país nos recuerda también que cuenta con la monarquía más antigua del mundo ya que se remonta al año 930 d. C. y, desde 1.849, se trata además de una monarquía constitucional, aunque actualmente sea también parlamentaria.
Dos kilómetros de calles peatonales, sin policía urbana que controle el tráfico, un ritmo sosegado en los horarios y una seguridad ciudadana que permite al visitante disfrutar relajadamente de esta pequeña urbe, es algo a tener en cuenta cuando paseamos por el centro de la ciudad. Tal vez porque nos recuerda a un gran escenario donde transcurren los cuentos de hadas, pero con un guiño algo más moderno que luce en sus escaparates. Tiene fama de ser la capital escandinava más abierta y sociable, y durante el verano el espíritu nórdico se anima, con restaurantes, pubs y clubes de jazz que abren sus puertas hasta la madrugada. Pero Copenhague también tiene medida humana por lo que se puede descubrir a pie o en bicicleta.
Por ello se puede decir que Copenhague es una ciudad cosmopolita y coqueta. Su ambiente de amabilidad contagiosa y su famosa liberalidad de costumbres, junto a la serenidad de sus decenas de canales, hacen de este lugar algo único en esta parte de Europa.
El área de Nyhavn, por ejemplo, que como ya he dicho se encuentra en el centro de la ciudad, ofrece un ambiente muy peculiar, además de ser, desde hace años, el lugar de moda para almorzar o cenar, y tomar una copa con los amigos daneses.
A mí me encantó. Es una ciudad maravillosa. Y lo de la marcha es cierto, que ambientazoo!!!